A principios de julio, una protesta en el corazón de Ciudad de México encendió las alarmas. Bajo el grito de “¡Gringo go home!”, cientos de manifestantes denunciaron el desplazamiento forzado de ciudadanos locales, víctimas de la creciente gentrificación, la especulación inmobiliaria y el auge de los alquileres turísticos como Airbnb. Las pancartas eran claras: “No eres un expat, eres un colonizador”.
Y es que el costo de vivir en México, especialmente en grandes ciudades como la capital, se ha disparado. Según datos del Índice de Precios de la Vivienda de la Sociedad Hipotecaria Federal, el precio de las propiedades aumentó un 9,2% a nivel nacional en el último año, y un 10,9% en 2023, superando con creces a la inflación. Comprar una vivienda promedio, valuada en 1.7 millones de pesos (unos 100 mil dólares), exige a una familia mexicana más de 20 años de esfuerzo destinando el 30% de sus ingresos al pago del inmueble.
El drama se extiende al mercado de alquileres. En la Ciudad de México, la renta mensual promedio escaló de 12 mil pesos en 2020 a más de 17,600 en 2025. En contraste, el salario mínimo es de solo 8,400 pesos, lo que significa que ni siquiera dos sueldos mínimos alcanzan para cubrir un alquiler promedio.
Mientras tanto, colonias como Roma, Condesa y Polanco se han convertido en zonas codiciadas por nómadas digitales y extranjeros, principalmente estadounidenses. Entre 2020 y 2022, el número de estadounidenses viviendo en México se duplicó, alcanzando los 1.6 millones, consolidando al país como el destino número uno de expatriados de EE.UU.
Aunque muchos culpan a Airbnb y a los “expats” por el encarecimiento de los barrios, expertos y estudios recientes sostienen que el problema es más profundo. Un análisis académico reveló que el precio de la vivienda en Ciudad de México se multiplicó por seis entre 2000 y 2022, con picos entre 2014 y 2016, mucho antes del boom de los nómadas digitales tras la pandemia. La verdadera raíz estaría en la escasez de construcción de viviendas nuevas, una planificación urbana desfasada y la parálisis de proyectos por trabas burocráticas.
La capital, por ejemplo, fue la entidad con la menor tasa de construcción de vivienda nueva entre 2010 y 2020. Muchas alcaldías detuvieron la aprobación de obras, congelando el crecimiento urbano. Como resultado, miles de capitalinos están siendo empujados a la periferia o a estados como Hidalgo o Estado de México. Según cifras oficiales, más de 23 mil personas abandonan la CDMX cada año en busca de vivienda asequible.
Lo más alarmante es que este fenómeno ya no se limita a ciudades turísticas o capitales. En 2024, estados como Puebla, Tlaxcala y Sonora registraron incrementos de más del 10% en el precio de la vivienda, demostrando que la crisis es nacional y estructural. Las causas incluyen el auge del nearshoring, la migración interna por empleo y una oferta habitacional estancada frente a una demanda creciente.
El presidente de la Federación Internacional de Profesiones Inmobiliarias, Federico Sobrino, ha sido claro: “El problema no es Airbnb ni los extranjeros. Es la falta de vivienda nueva y el exceso de trabas para construir”.
Mientras tanto, el drama silencioso de la vivienda sigue expulsando a mexicanos de sus propias ciudades, en un país donde vivir dignamente se ha vuelto un privilegio cada vez más lejano.
Redacción:Diario Inclusión.