La soja es, desde hace décadas, el principal complejo exportador de la Argentina. Representa alrededor de un cuarto de todo lo que el país envía al exterior y constituye una fuente central de divisas. En este contexto, la fusión entre Bunge y Viterra, dos de los mayores jugadores globales del agro, podría cambiar radicalmente el equilibrio de poder en el comercio exterior argentino.
La operación, anunciada en 2023 y sellada definitivamente en julio de 2025 tras la aprobación de China, fue previamente avalada por la Unión Europea y Canadá, aunque bajo condiciones regulatorias para evitar prácticas monopólicas. La nueva compañía surge con un peso enorme: controlará un 25% de las agroexportaciones totales de la Argentina, lo que la ubica por encima de Cargill, hasta ahora líder del sector. En soja, el dominio será aún más marcado, con un 28% de las ventas externas, más del doble de lo que concentra su competidor estadounidense.
Una empresa con historia en Argentina
Bunge no es una recién llegada. Su historia en el país se remonta a 1884, cuando Ernesto Bunge y su concuñado Jorge Born fundaron la compañía Bunge & Born. Lo que comenzó como una empresa exportadora de granos pronto se transformó en un imperio diversificado: desde la creación de Molinos Río de la Plata y la marca de textiles Grafa, hasta la expansión a sectores como la química, la petroquímica y la pintura con la empresa Alba.
Durante buena parte del siglo XX, Bunge y Born llegó a ser un verdadero “Estado paralelo”, con decenas de empresas bajo su órbita, decenas de miles de empleados y una red de influencia política y financiera. En 1974 la firma protagonizó uno de los episodios más recordados de la historia argentina cuando los hermanos Juan y Jorge Born fueron secuestrados por Montoneros, en un caso que terminó con un rescate de 60 millones de dólares, el más alto de la época.
Más tarde, en 1989, al inicio del gobierno de Carlos Menem, dos de los máximos directivos de Bunge y Born —Miguel Roig y Néstor Rapanelli— fueron designados ministros de Economía. El llamado Plan Bunge & Born, que proponía un shock de desregulación, privatizaciones y apertura económica, fracasó rápidamente, acentuado por la repentina muerte de Roig a los pocos días de asumir.
Tras estos episodios y con la globalización como nuevo horizonte, Bunge reestructuró su estrategia. Vendió activos industriales y alimenticios —como Molinos Río de la Plata— para concentrarse en su negocio original: el comercio de granos y oleaginosas. Así consolidó su lugar dentro del grupo de las llamadas “ABCD” del agro mundial, junto a Archer Daniels Midland (ADM), Cargill y Louis Dreyfus.
Presencia actual en el país
Hoy, Bunge ocupa un rol clave en la agroindustria argentina. Opera plantas de procesamiento de granos, cuatro plantas de fertilizantes, marcas de aceites como Alzamar y Siglo de Oro, y participa en el mercado de biocombustibles a través de Promaíz, en asociación con Aceitera General Deheza. En el área portuaria, tiene una fuerte participación: controla el 40% de Terminal 6 en Rosario, el 88% de Terminal Bahía Blanca, además de presencia en Quequén y Ramallo. Estos activos le otorgan un peso determinante en la logística y salida de las exportaciones.
No es casualidad que Bunge haya estado entre las empresas interesadas en adquirir Vicentín durante su crisis financiera ni que, más recientemente, se haya mostrado interesada en participar en la operación del Belgrano Cargas, una de las líneas ferroviarias estratégicas para el transporte de granos desde el interior hacia los puertos.
La fusión con Viterra y sus repercusiones
La incorporación de Viterra, controlada por el gigante suizo Glencore, fortalece la posición de Bunge no solo en Argentina sino también a nivel mundial. El nuevo conglomerado se convertirá en el mayor exportador global de granos y oleaginosas. Sin embargo, esta concentración genera resistencias.
Productores agropecuarios y asociaciones del sector advierten que la fusión podría derivar en un escenario de menor competencia, con un solo jugador imponiendo condiciones en la compra de granos y en los precios internacionales. De hecho, los reguladores de la Unión Europea exigieron a las compañías desprenderse de activos en ciertos mercados, mientras que China impuso la obligación de reportar balances trimestrales y garantizar stocks aún en contextos de escasez.
En Argentina, la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia será clave para evaluar el impacto local y definir si la fusión debe condicionarse. Por ahora, ambas compañías anunciaron que seguirán operando como entidades independientes en el país mientras avanza el proceso de revisión.
Un futuro en debate
La fusión entre Bunge y Viterra marca un antes y un después en el mapa agroexportador. Si se consolida plenamente, una sola compañía concentrará un cuarto de las divisas que ingresan al país por exportaciones, en un contexto en el que el dólar es vital para la estabilidad macroeconómica.
La pregunta es si esta concentración beneficiará a la Argentina, aportando inversiones y eficiencia, o si terminará generando un escenario de dependencia excesiva de un solo actor. El debate recién comienza, pero lo cierto es que el campo argentino —y con él la economía en general— ya siente el peso de este nuevo gigante global.
Redacción: Diario Inclusión.