El Banco Central de la República Argentina (BCRA) decidió, por tercera semana consecutiva, establecer la tasa de interés de referencia a través de operaciones de pasivos remunerados, específicamente mediante “simultáneas” en BYMA. Esta estrategia marca un giro respecto al esquema de libre flotación que se había anunciado tras la eliminación de las LEFIs.
La intención inicial del Gobierno era permitir que el mercado definiera la tasa, en línea con un enfoque libertario. Sin embargo, la creciente volatilidad obligó al BCRA a intervenir activamente, absorbiendo pesos y fijando niveles de referencia para contener la incertidumbre financiera.
Consultoras como 1816 y Max Capital advierten que el stock de pasivos remunerados ya supera los $4,5 billones, acercándose peligrosamente a los niveles previos a la eliminación de las LEFIs. Esta dinámica sugiere que el Central está más cerca de un modelo clásico de política monetaria que de una liberalización total.
Desde la city porteña, algunos analistas ironizan que si el BCRA fija la tasa todos los días, lo que se vuelve endógeno es la demanda de dinero, no su oferta. En otras palabras, el mercado ya no regula, sino que responde a las señales del regulador.
El economista Jorge Neyro sostuvo que el desarme de las LEFIs sin un instrumento de corto plazo fue un error técnico. “La ausencia de mecanismos rentables para canalizar excedentes bancarios generó una fuerte volatilidad. El Gobierno terminó retrocediendo”, afirmó.
Actualmente, el piso de tasa en las operaciones “simultáneas” se ubica en el 45% anual, lo que ha desplazado las curvas de pesos hacia arriba, especialmente en el segmento de tasa fija nominal. Sin embargo, la TAMAR mostró una caída abrupta, generando dudas sobre la consistencia de las mediciones.
Con un flujo de divisas colocadas a un día que ronda los $14 billones, el BCRA enfrenta el desafío de estabilizar el sistema sin volver a caer en los desequilibrios que motivaron el fin de las LEFIs. La política monetaria, lejos de liberalizarse, parece replegarse hacia viejas herramientas de control.
Redacción Diario Inclusión