La economía argentina atraviesa un momento crítico. Según datos recientes, el cierre de empresas se ha acelerado en los últimos meses, mientras que la morosidad en el sistema financiero muestra una tendencia creciente. A esto se suma un consumo estancado que no logra recuperarse, generando un cóctel explosivo para el tejido productivo nacional.
El informe revela que más de 16.500 PyMEs han cerrado en lo que va del año, afectadas por la caída de ventas, el aumento de costos y la falta de acceso al crédito. Este fenómeno no solo impacta en el empleo, sino también en la cadena de valor de múltiples sectores, desde el comercio hasta la industria.
La morosidad bancaria también preocupa: los niveles de incumplimiento en préstamos personales y comerciales han crecido significativamente, lo que pone en riesgo la estabilidad del sistema financiero. Las entidades crediticias advierten que muchas familias y empresas ya no pueden afrontar sus compromisos mensuales.
En paralelo, el consumo interno continúa sin mostrar signos de recuperación. A pesar de las promociones y descuentos, los hogares priorizan el ahorro y restringen sus gastos a lo esencial. Esta dinámica golpea especialmente a los comercios barriales y a los emprendimientos familiares.
Expertos señalan que la incertidumbre política y económica es uno de los factores que agrava la situación. La falta de previsibilidad en las reglas de juego y la volatilidad de precios desalientan la inversión y dificultan la planificación a mediano plazo.
Frente a este escenario, las cámaras empresariales reclaman medidas urgentes que permitan reactivar el consumo, facilitar el acceso al financiamiento y proteger a las PyMEs. Sin respuestas concretas, el riesgo de una crisis más profunda se vuelve cada vez más tangible.
Redacción Diario Inclusión