El accidente cerebrovascular (ACV) es la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad a nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud. En Argentina, esta tendencia se replica y preocupa a los profesionales de la salud, quienes insisten en la necesidad de actuar con rapidez ante los primeros síntomas.
Desde el Hospital de Clínicas de la UBA advierten que los casos podrían aumentar debido al incremento de factores de riesgo como el sedentarismo, la hipertensión y la diabetes. “La atención inmediata es fundamental para mejorar la calidad de vida de quien lo padece”, explicó el Dr. Ignacio Saguier Padilla, especialista en Medicina Interna y Neurología.
El concepto de la “hora de oro” cobra relevancia en este contexto. Se trata de los primeros 60 minutos desde el inicio de los síntomas, una ventana crítica en la que los tratamientos pueden ser más eficaces y marcar la diferencia entre una recuperación total o la aparición de secuelas permanentes.
Entre los síntomas más frecuentes de un ACV se encuentran la debilidad o adormecimiento de un lado del cuerpo, dificultad para hablar o entender, pérdida de equilibrio, mareos y dolor de cabeza repentino e intenso. Reconocer estas señales puede ser clave para activar rápidamente el sistema de emergencias.
“El primer eslabón de la cadena es el propio paciente”, remarcan desde la División de Neurología del Hospital de Clínicas. Por eso, se están impulsando programas de educación y redes de atención en distintas regiones del país, con el objetivo de mejorar la detección y respuesta del sistema sanitario.
Además de la atención inmediata, la prevención cumple un rol fundamental. Adoptar hábitos saludables como una alimentación equilibrada, actividad física regular y evitar el consumo de tabaco y alcohol, reduce significativamente el riesgo de sufrir un ACV.
También es esencial el control de enfermedades crónicas como la hipertensión, el colesterol alto y la diabetes. Realizar chequeos médicos periódicos permite detectar estos factores de riesgo a tiempo y tratarlos adecuadamente.
El bienestar emocional y el manejo del estrés son otros pilares de la prevención. Actividades recreativas, vínculos sociales y técnicas de relajación ayudan a mantener un equilibrio mental y físico que protege la salud cardiovascular y cerebral.
Por último, dormir bien es más importante de lo que parece. Trastornos como la apnea del sueño pueden aumentar el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades cerebrovasculares. Por eso, cuidar la calidad del descanso también es cuidar el cerebro.
Redacción Diario Inclusión 📝










