Antes de la invasión a Ucrania en 2022, Rusia suministraba cerca del 45% del gas que consumía la Unión Europea, unos 150.000 millones de metros cúbicos al año, lo que generaba ingresos superiores a 90.000 millones de dólares.
Pero tras las sanciones y el corte de relaciones energéticas con Occidente, Moscú perdió a su cliente más rentable y buscó una salida alternativa: China, el segundo consumidor de energía del planeta.
El “Power of Siberia II”: salvación o trampa
El nuevo gasoducto Power of Siberia II, que unirá los yacimientos de Yamal con el norte de China a través de Mongolia, proyecta transportar 50.000 millones de metros cúbicos anuales a partir de 2030.
El Kremlin lo presenta como un triunfo geopolítico que confirma su alianza con Pekín y demuestra que Rusia “no está aislada”. Sin embargo, los términos del acuerdo revelan lo contrario.
Precios de liquidación y condiciones impuestas
El gas ruso vendido a China tendrá un precio cercano a los 120 dólares por cada mil metros cúbicos, muy por debajo de los 250 a 300 dólares que pagaba Europa antes de la guerra, e incluso insignificante frente a los 2.000 dólares alcanzados durante la crisis energética de 2022.
Además, China impuso cláusulas flexibles: solo está obligada a comprar la mitad del volumen acordado cada año, lo que deja a Gazprom expuesta a pérdidas millonarias si la demanda cae.
En resumen, Rusia invierte 13.600 millones de dólares para asegurar ventas con márgenes mínimos.
De potencia energética a socio dependiente
La situación actual coloca a Rusia en un escenario de monopsonio, con un solo comprador que dicta las reglas.
Según analistas, Moscú sacrificó rentabilidad para obtener una validación política: mostrar al mundo que todavía cuenta con aliados poderosos.
Pero los resultados económicos son adversos: el crecimiento proyectado cayó de 4,3% en 2024 a apenas 1,4% en 2025, las tasas de interés rondan el 18% y la inflación supera el 9%.
Un acuerdo más político que económico
El Power of Siberia II refleja el precio del aislamiento ruso.
Mientras Europa y Estados Unidos mantienen las sanciones, Putin opta por sostener su imagen internacional aún a costa de “regalar” gas y petróleo a Asia.
Para los expertos, la única salida sostenible sería negociar el fin del conflicto en Ucrania y reabrir los mercados occidentales.
Hasta entonces, Rusia seguirá dependiendo de China —su nuevo y exigente comprador único— para mantener viva su economía energética.
Redacción: Diario Inclusión.










