Netflix tiene disponible en su catálogo una película donde el amor, el dolor y la fantasía se entrelazan de forma inesperada. Con Ricardo Darín como protagonista, este drama romántico con tintes mágicos sorprende por su delicadeza emocional y profundidad narrativa. Basada en una novela del francés Didier van Cauwelaert, esta coproducción europea-latinoamericana nos invita a entrar en un mundo en el que los adultos aún tienen cosas que aprender.
A pesar de no pertenecer al género fantástico en sentido estricto, la película trabaja elementos de la magia cotidiana, esa que aparece en la forma en que un niño puede interpretar la realidad, en cómo un adulto puede redescubrir el amor, o en cómo una historia puede sanar heridas profundas. No hay varitas mágicas ni criaturas míticas, pero sí una presencia constante de lo extraordinario dentro de lo ordinario.
Este enfoque la convierte en una película difícil de clasificar, pero también en una experiencia profundamente conmovedora para quienes saben leer entre líneas.
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Todo comienza en un avión con destino a Barcelona. Nicolás, interpretado por Darín, es un fabricante de juguetes que lleva una vida tranquila, aunque marcada por cierta melancolía. Durante el vuelo, conoce a Ingrid, una mujer viuda dedicada a la ornitología. Ella viaja con su hijo Raúl, un niño con una imaginación desbordante y una sensibilidad particular.
El encuentro no es casual. Nicolás queda inmediatamente fascinado por Ingrid, pero también desarrolla un fuerte lazo afectivo con Raúl. Este vínculo se transforma en algo especial: él le cuenta cuentos que sirven como metáforas para explicarle las situaciones más difíciles de la vida, incluyendo el asesinato del padre del pequeño. Es en ese espacio simbólico donde la fantasía se convierte en una herramienta de sanación y conexión emocional.