La industria pesquera registró en julio una contracción del 82,8% interanual, alcanzando su nivel más bajo desde los meses críticos de la pandemia. El dato, publicado por el Índice de Producción Industrial (IPI) pesquero, expone una crisis estructural que combina desplome de precios, baja demanda y conflicto sindical.
Aunque la serie desestacionalizada mostró una leve mejora mensual del 8,6%, la tendencia general confirma un derrumbe que supera incluso los registros de 2020. Fuera del período pandémico, hay que remontarse a 2016 para encontrar cifras similares.
El segmento más golpeado fue el de crustáceos, especialmente el langostino, que representa el núcleo de las exportaciones del sector. La sobrecaptura global y la competencia de especies más baratas como el vannamei hundieron el precio del langostino salvaje de USD 12 a apenas USD 5 por kilo.
A esto se suma el bajo consumo interno, con apenas 7 kg per cápita anual, el más bajo de la región. La demanda local no logra compensar la caída internacional, lo que agrava la rentabilidad de las empresas y tensiona las relaciones laborales.
El conflicto entre cámaras empresarias y sindicatos paralizó durante meses a más de 100 buques tangoneros congeladores en puertos clave como Mar del Plata, Puerto Deseado y Puerto Madryn. Aunque el acuerdo alcanzado en agosto permitió reactivar parcialmente la actividad, el impacto económico ya es profundo.
Según estimaciones del sector, las exportaciones podrían haber sido USD 200 millones superiores si no se hubiera interrumpido la producción. En términos laborales, se contabilizan más de 600 trabajadores afectados directamente, en un escenario que golpea a unas 5.000 familias en total.
La pesca se convirtió en el rubro con mayor incidencia negativa en el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del INDEC. La recuperación dependerá de la estabilidad sindical, la reactivación de plantas y una mejora en los precios internacionales, aunque el techo parece estar marcado por la coyuntura global.
Redacción Diario Inclusión