El debate sobre cómo se mide la inflación en Argentina vuelve a escena. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) utiliza aún la canasta de bienes y servicios diseñada en 2004-2005, pese a que en 2018 se elaboró una nueva que nunca se implementó. La diferencia entre ambas metodologías no es menor: mientras la vigente refleja patrones de consumo de hace dos décadas, la más moderna incorpora rubros hoy esenciales como comunicación, vivienda y transporte.
La canasta actual otorga mayor peso a alimentos, bebidas, vestimenta y salud, rubros que en su momento eran centrales. Sin embargo, la nueva medición incrementa la ponderación de servicios básicos: comunicación llega a un 85%, vivienda y energía a un 38% y transporte a un 24%. Esto permite captar con mayor precisión el impacto de los aumentos en tarifas, alquileres y servicios esenciales.
La trayectoria inflacionaria de los últimos ocho años muestra dos escenarios distintos según la canasta utilizada. Con la vigente, la inflación acumulada es de 7.348%, mientras que con la nueva asciende a 8.120%. La diferencia de 772 puntos porcentuales se explica por el fuerte incremento en servicios desde diciembre de 2023, un fenómeno que la canasta vieja apenas refleja.
El deterioro del poder adquisitivo se confirma al comparar salarios con ambas mediciones. El RIPTE, indicador de remuneración promedio, creció 6.959% entre 2017 y 2025, quedando 14% por debajo de la inflación medida con la nueva canasta. El Salario Mínimo, Vital y Móvil, en tanto, aumentó 3.637% en el mismo período, lo que implica que hoy tiene apenas la mitad del poder de compra que en 2017.
La elección de una metodología u otra no es neutral. Según el contexto, puede suavizar o acentuar el impacto real de la inflación en la economía. Ambas canastas coinciden en un punto: la pérdida sostenida del poder adquisitivo de los trabajadores y la creciente dificultad para cubrir gastos básicos.
La vigencia de una canasta con más de 20 años de antigüedad genera un sesgo en la medición de la pobreza y la calidad de vida. La falta de actualización estadística distorsiona la mirada sobre la marginalidad y el nivel real de consumo de la población, impidiendo un debate honesto sobre la situación social.
En definitiva, mientras la inflación se acelera y los ingresos quedan rezagados, la discusión sobre cuál canasta utilizar se vuelve crucial para comprender la verdadera magnitud de la crisis económica y social que atraviesa el país.
✍️ Redacción Diario Inclusión










