El Banco Central de la República Argentina se encuentra en el centro de la polémica tras conocerse que evalúa modificar la fórmula con la que se mide la morosidad del sistema financiero. La intención sería reducir el impacto estadístico de un problema que ya golpea con fuerza a bancos y consumidores.
La morosidad total del sistema financiero alcanzó el 7%, el nivel más alto en años. El dato refleja la creciente fragilidad de las entidades bancarias y la dificultad de familias y empresas para cumplir con sus compromisos. En el caso de los préstamos a personas físicas, el índice trepó al 10,1%, el peor registro de la última década.
Los bancos más grandes del país ya sienten el impacto. Galicia aparece como el más afectado, mientras Santander, BBVA y Supervielle también reportaron balances con márgenes presionados y ganancias en retroceso. La situación genera preocupación en el sector financiero y en los analistas que advierten sobre el riesgo de una crisis de confianza.
Un banquero consultado por medios especializados fue tajante: “Podés cambiar cómo medís la mora, pero no podés cambiar que la gente no llega a fin de mes”. La frase resume el dilema: el maquillaje estadístico puede ganar tiempo, pero no resuelve la raíz del problema.
El telón de fondo es aún más complejo. Según cálculos privados, las reservas netas del Banco Central se encuentran en terreno negativo, con un rojo cercano a USD 17.900 millones. Esto implica que se han utilizado depósitos para sostener el esquema, aumentando la vulnerabilidad del sistema.
La metodología actual mide la morosidad como el ratio de créditos en atraso sobre el total de préstamos. El cambio que se analiza busca suavizar ese indicador, clasificando deudores según la severidad del atraso. Sin embargo, la iniciativa recuerda a otros movimientos recientes, como la demora en actualizar la canasta del IPC o la revisión de la actividad económica para evitar hablar de recesión.
La discusión no es nueva en Argentina: cuando los números incomodan, la tentación de manipularlos regresa. El desafío ahora es si el Banco Central logrará sostener la confianza en un sistema financiero que muestra señales de agotamiento.
✍️Redacción Diario Inclusión










