La situación del sector panadero se volvió un espejo de la economía argentina. Mientras el Gobierno celebra el orden macroeconómico, las pymes del rubro advierten que esa disciplina se traduce en asfixia cotidiana. Según datos del sector, en los últimos 18 meses cerraron 1.700 panaderías en todo el país, con una pérdida de entre 10.000 y 15.000 empleos.
Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos de Merlo y referente de la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), alertó que las boletas de luz llegaron con aumentos de hasta $450.000 respecto del mes anterior. “Este Gobierno sigue haciendo lo que quiere, sigue asfixiando a las pymes”, denunció.
La crisis no se explica solo por los servicios públicos: el combustible aumentó seis días seguidos la semana pasada y la harina dolarizada se suma a los alquileres indexados. Todo esto golpea a un consumo que se derrumbó: el pan cayó 55% en dos años y la pastelería un 80%.
“Lo que pasa en la micro es consecuencia de las decisiones de la macro”, resumió Pinto, al señalar que las tarifas desreguladas y los costos dolarizados chocan contra una demanda en retroceso. El resultado es brutal: menos ventas y más costos.
El pan, símbolo de lo cotidiano, se convirtió en el termómetro más claro del desajuste económico. En el Conurbano, los sánguches de miga prácticamente desaparecieron. “Con suerte se llevan un par de pancitos y un alfajorcito de maizena, de esos que antes vendíamos por docena”, graficó Pinto.
Hoy, más clientes buscan lo que sobró del día que productos frescos. La postal de las panaderías refleja el deterioro del poder adquisitivo y la fragilidad de las pymes frente a un escenario de tarifas impagables y consumo desplomado.
✍️ Redacción Diario Inclusión










