Durante más de medio siglo, el dólar estadounidense ha reinado como la moneda de reserva y de intercambio global por excelencia. Desde los acuerdos de Bretton Woods en 1944 hasta el establecimiento del sistema del petrodólar en los años 70, su dominio ha estado respaldado por una profunda infraestructura financiera y un nivel de confianza que pocas divisas han logrado replicar. Pero hoy, su liderazgo se ve amenazado.
Diversos países, incluso aliados históricos de Estados Unidos, están promoviendo políticas de desdolarización. El temor a las sanciones económicas, la congelación de reservas en dólares y la exclusión del sistema SWIFT ha llevado a buscar alternativas. Además, el crecimiento económico de potencias como China, India y Brasil ha contribuido a un escenario global más multipolar.
El dólar también carga con problemas internos: una deuda pública estadounidense cercana al 120% del PBI, déficits fiscales persistentes y una pérdida de confianza derivada de políticas comerciales impredecibles. Aun así, reemplazarlo no será fácil.
Sus ventajas siguen siendo contundentes: la liquidez y profundidad de los mercados financieros estadounidenses, la costumbre global de utilizarlo en transacciones internacionales y la falta de una alternativa clara. Ni el euro ni el yuan logran ofrecer una estructura comparable. El primero enfrenta desafíos de integración fiscal y confianza entre países miembros, mientras que el segundo sufre por controles de capital y falta de transparencia.
A pesar de que en el año 2000 el dólar representaba el 71% de las reservas globales y hoy apenas el 57%, sigue muy por delante del euro (19%), el yen (5%) y el yuan (2%). La tendencia indica una lenta diversificación, pero no un reemplazo inminente.
La desdolarización no es un evento, sino un proceso. Aunque se vislumbran cambios a largo plazo, por ahora el dólar continúa siendo el eje del comercio y las finanzas globales. Su trono, aunque disputado, permanece firme.
Redacción: Diario Inclusión.