Los gobiernos del mundo enfrentan una situación sin precedentes: la deuda pública global ha alcanzado cifras récord, superando los 100 billones de dólares, lo que equivale al 93% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Este nivel no se registraba desde la Segunda Guerra Mundial y genera una creciente preocupación sobre el futuro económico del planeta.
El endeudamiento masivo ha sido la respuesta habitual a crisis como la recesión de 2008 y la pandemia de 2020. Si bien estas medidas fueron necesarias para evitar colapsos económicos, han dejado una pesada carga fiscal que muchos países apenas pueden sostener. Estados Unidos, por ejemplo, elevó su deuda del 65% al 120% del PIB desde 2008, mientras que Japón lidera el ranking con una deuda del 260% de su PIB.
China, aunque oficialmente reporta una deuda pública del 70%, podría tener una carga real mucho mayor si se incluyen pasivos de gobiernos locales y empresas estatales. En Europa, países como Italia (145%) y Francia (más del 110%) también se encuentran en niveles críticos. En contraste, naciones como Suiza (15,6%), Suecia (35%) o Chile (40%) han logrado mantener un endeudamiento más moderado.
El problema, advierten analistas, es que muchas veces la deuda se utiliza para financiar gastos corrientes y no inversiones productivas. Esto reduce las posibilidades de que esos fondos generen ingresos futuros que compensen la carga asumida.
Además, el ciclo de tasas de interés ultrabajas de las últimas décadas hizo que endeudarse pareciera «dinero gratis», incentivando a gobiernos a aplazar decisiones difíciles como la austeridad o la reforma fiscal. Pero esta estrategia tiene límites. Cada vez más países deben destinar una parte creciente de su presupuesto solo al pago de intereses. En el caso de EE.UU., estos ya superan el gasto militar.
El temor es que un default de una gran economía, como EE.UU. o alguna nación europea, provoque un efecto dominó que desestabilice los mercados financieros globales, tal como ocurrió con la crisis de 2008. A esto se suma la pérdida de calificaciones crediticias de países que durante décadas gozaron de la máxima confianza del mercado.
Aunque aún no se sabe cuándo podría estallar la crisis, el consenso es claro: la actual trayectoria es insostenible. Y si no se toman medidas pronto, el ajuste será inevitable… y doloroso.
Redacción: Diario Inclusión.