El mercado laboral argentino atraviesa un momento de extrema fragilidad. Según una encuesta de Bumeran, el 31% de los especialistas en recursos humanos anticipa que sus empresas reducirán personal en lo que resta del año. El dato se suma al 66% que ya realizó despidos durante el primer semestre, consolidando una tendencia preocupante de ajuste estructural.
La caída del empleo formal y el avance de la informalidad configuran un escenario de precarización creciente. Más de 8,8 millones de personas trabajan sin aportes, lo que representa el 41,8% de los ocupados. El empleo asalariado formal, por su parte, muestra un estancamiento desde 2011, sin capacidad de absorber la demanda laboral.
El desempleo alcanzó el 7,9% en el primer trimestre de 2025, el nivel más alto desde la salida de la pandemia. Esto equivale a 1.790.000 personas desocupadas. La falta de creación de empleo de calidad y el congelamiento de nuevas contrataciones agravan el panorama.
Los salarios registrados sufrieron una pérdida de poder adquisitivo del 5,5% desde noviembre de 2023. El golpe fue más duro para los empleados públicos, que vieron caer sus ingresos reales un 14,3%, mientras que los privados registraron una baja del 0,6%. Esta caída empujó el pluriempleo y la búsqueda de ingresos complementarios.
La encuesta también revela que el 36% de las empresas que despidieron lo hicieron por reducción de costos. La contracción del crédito, la volatilidad de tasas y el estancamiento económico obligan a las firmas a adoptar posiciones defensivas, limitando la inversión y la expansión de sus plantillas.
Las proyecciones de crecimiento económico para 2025 se ubican por debajo del 5%, según consultoras privadas. Este magro escenario augura una economía prácticamente estancada hacia diciembre, con escasas posibilidades de recuperación del empleo formal.
El segundo trimestre podría mostrar una leve mejora estacional en los indicadores, pero los analistas advierten que se trata de un rebote técnico sin fundamentos sólidos. La tasa de entrada al mercado laboral sigue cayendo, lo que implica que hay menos contrataciones, aunque también menos renuncias.
La presión sobre el mercado laboral se intensifica: más personas buscan empleo para compensar la pérdida de ingresos, pero las empresas no están contratando. La tendencia es clara: estancamiento, precarización y un horizonte incierto para millones de trabajadores.
Redacción Diario Inclusión










