Este 4 de julio de 2025 se apagó la voz de una figura fundamental del cancionero argentino: Federico Córdoba falleció a los 73 años, dejando una huella indeleble en la música popular. Nacido el 17 de julio de 1951 en San Ramón de la Nueva Orán, Córdoba fue mucho más que un artista: fue un constructor de identidad, un compositor sensible y un emblema del folclore del norte argentino.
Su carrera comenzó en agrupaciones como Los Salteños y Las Voces del Huayra, pero el verdadero punto de inflexión llegó en 1969, cuando fundó Las Voces de Orán junto a Martín Zalazar y Roberto Franco. Desde entonces, su nombre quedó ligado a la historia grande de la música tradicional. En 1972, el grupo alcanzó notoriedad nacional tras ganar el Festival de la Canción de Cosquín con “Chaya de los pobres”, una obra que reflejaba tanto compromiso social como belleza poética.
Federico Córdoba fue autor y coautor de numerosas canciones que se volvieron clásicos del folclore. Entre ellas se encuentran “Amar es un verbo triste”, “Chacarera para un cantor”, “El robadito” y “El verde se llama Orán”, junto a nombres como Hugo Alarcón, Oscar Valles, Oscar Cuellar y el Chango Nieto. También dejó su sello en temas como “Están que arden los carnavales”, “La culpa es del carnaval” y “Más linda que una flor”, piezas que todavía hoy resuenan en festivales, peñas y encuentros familiares.
Su voz grave, inconfundible, y su modo particular de interpretar el sentir del pueblo lo convirtieron en un referente del canto con raíz. Córdoba nunca buscó el estrellato fácil; eligió, en cambio, el camino del arte con sentido, del mensaje con pertenencia.
A lo largo de su vida, supo conjugar la tradición con una mirada renovadora. No sólo mantuvo viva la llama del folclore, sino que logró que nuevas generaciones se acercaran a ese fuego.
Hoy el folclore llora a uno de sus grandes creadores, pero también lo celebra: porque las canciones no mueren, y porque el legado de Federico Córdoba seguirá cantando en cada rincón donde habite la cultura popular.