En medio de una escalada en la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el gobierno de Xi Jinping activó una de sus armas geopolíticas más poderosas: el control sobre las tierras raras, minerales esenciales para la industria tecnológica y militar de Occidente. Pekín restringió la exportación de siete de los 17 minerales que integran este grupo, clave para la producción de smartphones, autos eléctricos, misiles, turbinas eólicas y sistemas de defensa avanzados.
La medida llega como respuesta a la decisión de Donald Trump —en su segundo mandato— de imponer un arancel del 145% a las importaciones chinas, prácticamente cerrando el comercio bilateral. Esta política proteccionista estadounidense había elevado la tensión no solo con China, sino también con aliados tradicionales como Alemania, Japón o Corea del Sur.
China controla cerca del 90% de la capacidad mundial de procesamiento de tierras raras y más del 70% de su producción. Esto significa que buena parte de los insumos para la alta tecnología global pasan por sus manos. De hecho, incluso el único gran yacimiento estadounidense en funcionamiento, Mountain Pass en California, envía parte de su producción a China para su refinamiento.
Un arma económica con antecedentes
El antecedente más recordado de esta estrategia china fue en 2010, cuando bloqueó el suministro de tierras raras a Japón tras un conflicto territorial. El pulso duró poco, pero fue suficiente para demostrar el poder de coerción que implica controlar este recurso estratégico.
La actual decisión de Xi Jinping se suma a otras restricciones impuestas desde 2023 sobre minerales como el galio y el germanio, vitales para la industria de semiconductores y satélites. En diciembre de 2024, China había prohibido totalmente la venta de estos materiales a Estados Unidos, generando un impacto en los mercados globales.
El talón de Aquiles de EE.UU. y la carrera por diversificar el suministro
La dependencia de Washington de estos minerales críticos expone una de sus mayores debilidades en la puja por la supremacía tecnológica y militar del siglo XXI. Un solo avión F-35, por ejemplo, requiere más de 400 kg de tierras raras, mientras que un submarino nuclear estadounidense necesita más de cuatro toneladas.
Ante esta vulnerabilidad, Estados Unidos está acelerando proyectos para reactivar su minería interna y buscar proveedores en países como Brasil, Australia o naciones africanas. Sin embargo, reconstruir una cadena de suministro independiente tomaría entre 3 y 5 años, según estimaciones del Pentágono y del sector privado.
China arriesga su reputación como proveedor confiable
Si bien la presión inmediata beneficia a China, un bloqueo prolongado podría volverse en su contra: forzaría al resto del mundo a encontrar alternativas, diversificar el abastecimiento e incluso desarrollar materiales sustitutos. Además, la medida amenaza con erosionar la reputación de China como proveedor confiable en el mercado global, lo que podría afectar sus ingresos por exportaciones de minerales.
Mientras tanto, la tensión entre ambas potencias sigue escalando y reconfigura el tablero geopolítico mundial, donde la tecnología, la energía verde y la industria de defensa están en juego. La disputa por las tierras raras ya no es solo un tema económico: es la batalla por el liderazgo global en la nueva era tecnológica.
Redacción: Diario Inclusión.