A pesar de tener inviernos que duran más de medio año, apenas un 8% de tierra cultivable y haber sido dominada por potencias extranjeras durante 800 años, Finlandia se ha convertido en uno de los países más prósperos y admirados del planeta. Su historia reciente es una lección de resiliencia, innovación y estrategia política.
Durante siglos fue parte del Reino de Suecia y luego del Imperio Ruso, hasta que en 1917 aprovechó el caos de la Revolución Rusa para declarar su independencia. Pero la libertad no fue fácil: una guerra civil interna, dos conflictos con la Unión Soviética y la pérdida del 11% de su territorio marcaron los años siguientes. Obligada a pagar reparaciones de guerra en productos industriales, Finlandia aceleró su industrialización de forma forzosa pero efectiva.
Esta necesidad llevó a la creación de un complejo industrial moderno, el fortalecimiento del capital humano y el surgimiento de empresas de gran escala como Nokia, que llegó a representar más del 20% de las exportaciones nacionales y a ser un ícono global en la industria de la telefonía móvil.
El colapso de la URSS en 1991 golpeó con fuerza: Finlandia perdió un cuarto de su mercado de exportaciones y cayó en la peor recesión de su historia reciente. Pero en lugar de hundirse, se reinventó. Entró a la Unión Europea en 1995, apostó fuerte por la educación, la tecnología y el estado de bienestar. Hoy, Finlandia ocupa los primeros puestos en índices de alfabetización, innovación, transparencia y calidad de vida.
Actualmente, su economía se apoya en sectores como los videojuegos (con empresas como Supercell, creadora de Clash of Clans), la biotecnología, la maquinaria pesada (como Kone, líder global en ascensores) y la transición energética. Además, su sistema educativo, basado en la equidad, la formación docente y el aprendizaje sin exámenes estandarizados, es referencia mundial.
En 2024, Finlandia volvió a ser elegido el país más feliz del mundo por el World Happiness Report, superando a sus vecinos escandinavos. Este índice tiene en cuenta variables como la percepción de libertad, la ausencia de corrupción, el apoyo social y la esperanza de vida.
Con una población de apenas 5,5 millones, Finlandia demuestra que el tamaño, el clima y la historia no son barreras insalvables si hay visión a largo plazo, inversión en conocimiento y un compromiso colectivo con el bienestar.
Redacción: Diario Inclusión.