Desde que Emmanuel Macron intentó reconfigurar el panorama político mediante elecciones legislativas anticipadas en 2024, Francia quedó atrapada en un parlamento fragmentado, sin mayorías claras.
En 18 meses, cayó el cuarto primer ministro: François Bayrou fue destituido tras perder una moción de confianza en septiembre de 2025.
Macron nombró a Sébastien Lecornu, quien renunció a pocas horas de asumir, sólo para ser re-designado días después y conformar un nuevo gabinete en medio de fuertes críticas.
El nuevo gobierno —el segundo de Lecornu en días— es minoritario y frágil, obligado a buscar alianzas circunstanciales para sobrevivir.
El vértice peligroso: déficit, deuda e incredulidad
Francia está viviendo un desbalance fiscal que muchos catalogan como insostenible. El déficit proyectado para 2025 ronda el 5,4–5,6 % del PIB, y para 2026 se piensa que acaso llegue a 5,7 %.
El gobierno pretende reducir ese déficit a 4,7 % del PIB para fines de 2026, mediante una combinación de recortes y nuevos ingresos fiscales.
Pero la autoridad fiscal independiente de Francia ha advertido que el plan descansa sobre supuestos económicos demasiado optimistas y medidas que podrían no concretarse, dada la inestabilidad política.
Además, Fitch recientemente degradó la calificación crediticia francesa, citando el riesgo creciente derivado del estancamiento político y la débil credibilidad fiscal.
La deuda pública ya supera el 100 % del PIB y la carga por intereses está creciendo: en algunos tramos, Francia ya paga tasas superiores a las de España o Grecia.
Reformas que no pasan: pensiones en el ojo de la tormenta
Uno de los temas más explosivos es la reforma a las pensiones. En 2023, Macron impulsó una norma para elevar la edad mínima de retiro de 62 a 64 años, aprobada sin votación parlamentaria en medio de protestas masivas.
Ahora, para ganar apoyos y evitar una moción de censura, el primer ministro Lecornu ha anunciado que propondrá suspender esa reforma hasta después de las elecciones presidenciales de 2027.
Ese aplazamiento tendría un costo estimado de 400 millones de euros en 2026 y 1,8 mil millones en 2027, que el gobierno planea compensar con recortes presupuestarios y nuevas cargas fiscales.
Protestas, Bloquemos Todo y el pulso social
El malestar social ya ha estallado en movimientos de protesta, como Bloquons tout (“Bloqueemos todo”), que convocó un paro general el 10 de septiembre para rechazar el presupuesto de austeridad.
Miles de ciudadanos participaron en bloqueos de rutas, cortes de transporte y manifestaciones en múltiples ciudades. Este tipo de movilizaciones presionan al gobierno, reducen la legitimidad de las medidas impopulares y alimentan la incertidumbre.
¿Desmoronamiento o chance de reinvención?
Francia sigue siendo un actor global: economía importante, potencia militar y diplomática, miembro permanente del Consejo de Seguridad, con presencia estratégica en ultramar y cultura con amplio alcance.
Pero la crisis actual pone en juego su credibilidad interna y su liderazgo regional. Europa no puede permitirse que Francia quede paralizada.
Si el Ejecutivo logra negociar acuerdos mínimos, consolidar un respaldo parlamentario y aplicar reformas estructurales, podría evitar el derrumbe. Sin embargo, el margen es cada vez más estrecho.
Conclusión:
Francia vive una encrucijada crítica: entre la fragilidad institucional, un esquema de gasto insostenible y una población que rechaza recortes bruscos, el país podría perder protagonismo. Pero también tiene historia de reinventarse tras crisis profundas. Lo que ocurra en los próximos meses podría definir su rumbo como potencia o su declive como gigante político-económico.
Redacción: Diario Inclusión.