Durante gran parte del siglo XX, Francia se consolidó como una potencia económica global y un referente de bienestar social. Tras la Segunda Guerra Mundial vivió los llamados 30 años gloriosos. Fueron tres décadas de crecimiento económico acelerado de alrededor del 5% anual.
En esos años, Francia construyó un sólido estado de bienestar, es decir, sistema público de salud, pensiones generosas, educación accesible y protecciones laborales fuertes. El resultado fue un estándar de vida muy alto y una sociedad relativamente igualitaria. Francia se había convertido en la segunda economía más grande de Europa, sólo detrás de Alemania y la quinta a nivel mundial.
Este modelo social francés era admirado por combinar prosperidad con generosas protecciones sociales, que hizo brillar a Francia como ejemplo de estabilidad y bienestar. Sin embargo, detrás de ese éxito, empezaron a aparecer problemas que hasta hoy están estallando.
Los problemas que enfrentó Francia
El primero de los problemas es que Francia en los últimos años ha caído en una crisis fiscal profunda.
El déficit público, es decir, la diferencia entre lo que el gobierno gasta y lo que recauda, alcanzó el 5.8% del PIB en 2024, el tercero más alto de todos los países de la zona euro. Y se espera que para 2025 sea del 5.4% del PIB. Como consecuencia, cada año se acumula más deuda, la cual fue del 113% del PIB en 2024, de nuevo, la tercera más alta de la Unión Europea, sólo detrás de Grecia e Italia.
Las calificadoras de riesgo ya rebajaron su calificación crediticia, lo cual significa que los inversionistas van a confiar menos en la capacidad de pagar sus deudas, por lo tanto, exigen intereses más altos al gobierno francés para seguir prestándole dinero. Y no es para menos. Francia tiene el mayor gasto público del mundo, equivalente al 57% de su PBI.
Este nivel de gasto, que incluye desde salarios de funcionarios, pensiones, sanidad, educación, subsidios, etc., refleja un estado muy generoso. Sin embargo, mantener un gasto así no es gratis, por lo que la carga tributaria francesa ronda el 45% del PBI. En otras palabras, casi la mitad de la riqueza que produce Francia se va en
impuestos. ¿Pero por qué Francia no ha podido corregir el rumbo de sus cuentas públicas?
En buena medida porque el presidente Emmanuel Macron no tiene mayoría absoluta en la Asamblea Nacional desde 2022, por lo que las medidas de ajuste o reformas estructurales enfrentan la resistencia de la oposición de izquierda. Cualquier intento de recortar gastos dispara las alarmas en varios sectores.
Por ejemplo, cuando el gobierno intentó reformar el generoso sistema de pensiones, elevando la edad de jubilación de 62 a 64 años, se encontró una férrea oposición. En 2023, Francia vivió numerosas huelgas generales y protestas masivas en contra de esa reforma. Sindicatos poderosos movilizaron a millones, se paralizaron refinerías, transportes y se acumularon montañas de basura en las calles de París durante semanas.
Finalmente, el gobierno tuvo que recurrir a una maniobra extrema. Forzó su aprobación sin votación en el
parlamento. Pero esta dificultad no es aislada. Francia tiene fama mundial por su cultura de protesta y movilización social. Los sindicatos franceses tienen un poder de convocatoria enorme y cualquier intento de reducir los beneficios sociales, recortar gasto público o flexibilizar el mercado laboral es respondido con manifestaciones multitudinarias y huelgas en sectores clave como transporte, energía o limpieza urbana.
Además, en el parlamento la fragmentación política hace muy difícil aprobar reformas importantes. Aunque más allá de la coyuntura política, Francia tiene otros problemas estructurales que explican su declive.
Otro problema es el mercado laboral rígido. Francia históricamente impuso muchas protecciones a los trabajadores, lo cual favorece a los que ya tienen trabajo pero dificulta la creación de nuevos empleos y la entrada al mercado laboral de los desempleados. Por ejemplo, desde 2002 se fijó la jornada laboral legal en solo 35 horas semanales. También existen salarios mínimos elevados y regulaciones estrictas para contratar y despedir.
La propia OCDE lleva años señalando que el salario mínimo tan alto y la rigurosa protección al empleo en Francia han contribuido a mantener el paro crónicamente elevado. De hecho, Francia no baja el desempleo del 7% desde hace más de 40 años. Por otro lado, en marzo de 2025 la confianza empresarial llegó a su nivel más bajo desde abril de 2020, lo que refleja una perspectiva negativa entre los empresarios franceses debido sobre todo a la incertidumbre política, la carga fiscal y los elevados costos laborales.
De igual forma, Francia está atrapado en un ritmo de crecimiento bajo, en torno al 1,3% anual promedio en los últimos 24 años. Este bajo crecimiento no solo dificulta la creación de empleos sino que también alimenta una sensación de estancamiento social y decadencia. La delincuencia en Francia alcanzó máximos históricos en 2024.
Asimismo, casi el 70% de los franceses señalan que existe una correlación entre inmigración masiva e inseguridad en las calles. Y en ese contexto, un tema que en otras épocas pasaba desapercibido, hoy se ha vuelto central en el debate público, la inmigración y el multiculturalismo. En las últimas décadas, Francia ha recibido millones de inmigrantes provenientes en su mayoría del norte de África, el África Subsahariana y Medio Oriente. Y debido a las dificultades que tienen para integrarse a la sociedad francesa, en la periferia de las grandes ciudades han surgido barrios enteros donde el idioma, los valores sociales y la relación con el Estado son ajenos a la cultura francesa tradicional. Incluso hay zonas donde la ley francesa ha sido sustituida de facto por normas tribales, religiosas o comunitarias.
Pero la situación no termina aquí. En un contexto de bajo crecimiento, deuda desbordada y presión fiscal récord, cada euro que el Estado gasta importa. Y para una parte de la población francesa es inaceptable pagar de los
impuestos más altos del mundo para financiar un sistema que mejora la calidad de vida de personas que no comparten su identidad y sus valores. Resulta que el Estado francés tiene un sistema muy generoso de ayudas sociales. Y los inmigrantes, especialmente si tienen hijos o bajos ingresos, pueden acceder a gran parte del sistema de protección social, como ayuda monetaria mensual por cada hijo, subsidio para pagar el alquiler, cobertura médica gratuita, subsidios escolares, transporte gratuito o casi gratuito y acceso prioritario a vivienda social.
Además, los episodios de violencia urbana, como los disturbios tras la muerte del adolescente de origen argelino en 2023 a manos de la policía,desató la peor ola de disturbios urbanos en casi 20 años. Dejó daños por cientos de millones de euros y miles de comercios vandalizados. De manera que, para una parte de los franceses, hay barrios donde la presencia del Estado solo se percibe como benefactor, no como autoridad. Entonces la inmigración descontrolada solo en nombre del respeto cultural no solo no ha funcionado en Francia, sino que ha creado nuevos obstáculos para el progreso económico.
Ha aumentado el gasto público y como es un tema polarizante, ha debilitado la unidad nacional necesaria para aplicar reformas. Lo más preocupante es que los efectos sociales comienzan a notarse. A pesar de tener un
gigantesco gasto público, la pobreza está aumentando en Francia. Según Eurostat, la tasa de riesgo de pobreza pasó del 13,6% en 2015 al 15,9% en 2024. Por ejemplo, organizaciones como Restos du Care han alertado de un aumento sin precedentes en la demanda de ayuda alimentaria en Francia. Millones de personas dependen hoy de bancos de alimentos, una situación impensable hace algunos años en uno de los países más ricos del mundo.
Adicionalmente, en 2024, una encuesta señaló que un 30% de los franceses enfrenta dificultades para garantizar una alimentación sana con tres comidas al día. Entonces, como se puede ver, Francia ya no brilla como antes. Los desequilibrios fiscales y económicos acumulados amenazan con convertirlo en el enfermo de Europa como lo fue
Alemania en el pasado. Pero si logra moderar su gasto público, flexibilizar su mercado laboral y controlar la inmigración, podría salir del estancamiento económico y declive social en el que se encuentra.
Redacción: Diario Inclusión.