El 10 de diciembre de 2025 quedará marcado como una de las jornadas más inquietantes de la historia financiera reciente. Ese día, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) decidió recortar su tasa de interés de referencia en 0,25 puntos —hasta un rango de entre 3,5% y 3,75%— y anunció la reactivación de compras de deuda pública, lo que en la práctica implica volver a imprimir dinero.
Lo llamativo no fue solo el tercer recorte de tasas en un mismo año, sino el contexto en el que se tomó la decisión: la Fed actuó sin contar con datos económicos básicos, debido al prolongado cierre del gobierno federal estadounidense, que paralizó organismos clave como la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS).
En otras palabras, el principal banco central del mundo decidió bajar tasas y expandir liquidez sin saber con certeza cómo evolucionan la inflación, el empleo o los precios, una situación que analistas califican como una maniobra “a ciegas” y de alto riesgo.
El apagón estadístico que dejó a la Fed sin brújula
El cierre del gobierno federal, que se extendió por 43 días, provocó la cancelación o pérdida definitiva de indicadores fundamentales, como los informes de empleo de octubre, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el índice de precios al productor.
Según reconocieron las propias autoridades, esos datos no podrán reconstruirse. El informe de inflación de octubre fue directamente anulado y los registros de empleo se perdieron en el limbo burocrático. Aun así, la Fed avanzó con decisiones estructurales que afectan a toda la economía global.
La imagen es tan gráfica como preocupante: conducir un sistema financiero a máxima velocidad, en una ruta de montaña, con las luces apagadas.
Vuelve la emisión: USD 40.000 millones por mes
El giro más contundente llegó con el anuncio de que la Fed de Nueva York comenzará a comprar letras del Tesoro (T-Bills) con vencimientos de hasta tres años, por un monto aproximado de 40.000 millones de dólares mensuales, durante al menos 30 días.
Aunque la entidad evita hablar de “expansión monetaria”, el mecanismo es claro: cuando la Fed compra deuda pública, crea dólares de la nada, inyectando liquidez directa al sistema financiero. Se trata de un cambio de rumbo abrupto tras años de ajuste monetario (Quantitative Tightening), durante los cuales el banco central aseguraba estar “retirando dinero” para enfriar la economía.
Esa promesa se rompió el 10 de diciembre.
El verdadero miedo no es la inflación, sino Japón
Detrás de la decisión, el documento identifica un temor central: una crisis de liquidez global provocada por Japón. Durante décadas, el sistema financiero internacional se sostuvo en el llamado carry trade: inversores que tomaban préstamos baratos en yenes y los invertían en activos estadounidenses más rentables.
Pero el Banco de Japón cambió las reglas. En 2025 elevó su tasa de interés al 0,5%, el nivel más alto desde 2008. Ese movimiento encareció el dinero japonés y obligó a desarmar posiciones en dólares, generando ventas masivas de activos estadounidenses.
La Fed teme que esa salida de capitales hunda el mercado de bonos de EE.UU., por lo que decidió anticiparse con una manguera de dólares recién impresos para amortiguar el golpe.
Impacto real: viviendas que no se venden y precios que se ajustan
Mientras Wall Street recibe liquidez, la economía real muestra señales de desgaste. El mercado inmobiliario estadounidense atraviesa una corrección silenciosa: los precios de lista siguen altos, pero las operaciones se cierran con fuertes descuentos.
Datos de Redfin y Zillow muestran rebajas promedio de entre 7% y USD 25.000, con casos que superan los USD 40.000. Sin embargo, no hay un colapso como en 2008. La razón es el “bloqueo hipotecario”: más del 50% de los propietarios tiene tasas inferiores al 4%, lo que les impide vender sin empeorar drásticamente su situación financiera.
El resultado es un mercado “zombie”: pocos compradores, pocos vendedores y ajustes dolorosos solo para quienes necesitan vender de urgencia.
Una señal histórica de recesión
El informe advierte que, lejos de ser una buena noticia, los recortes de tasas suelen anticipar recesiones. La historia reciente lo confirma: cada ciclo de baja agresiva de la Fed —2001, 2007, 2020— precedió una crisis económica.
Esta vez, la señal es aún más inquietante: la Fed empezó a recortar antes de que la recesión sea oficial, lo que refuerza la idea de que el deterioro ya está en marcha, aunque todavía no figure en las estadísticas.
Oro récord y desconfianza en el dólar
La respuesta del mercado fue contundente. El oro alcanzó los USD 4.000 por onza, marcando 45 máximos históricos en 2025. No se trata de una suba especulativa, sino de una huida hacia activos que preservan valor frente a un dólar que vuelve a ser emitido masivamente.
El mensaje implícito es claro: los grandes inversores no confían en la estabilidad del sistema monetario actual.
Un costo social que no aparece en los comunicados
Mientras la Fed intenta salvar al sistema financiero, el costo se traslada al ciudadano común: inflación persistente hasta al menos 2028, crédito caro durante años y pérdida sostenida del poder adquisitivo.
La Reserva Federal parece haber elegido sacrificar el valor del dólar para evitar un colapso mayor. El problema es que, como tantas veces, la factura no la paga Wall Street, sino la economía real.
Redacción: Diario Inclusión.










