La economía argentina termina 2025 con un dato que, en los papeles, resulta alentador: el Producto Bruto Interno registró un crecimiento cercano al 4,5%. Sin embargo, detrás de esa cifra se esconde un año marcado por la fragilidad, el estancamiento prolongado y el deterioro de sectores clave, lo que vuelve a poner en duda la consistencia de la recuperación de cara a 2026.
El desempeño contrasta con lo ocurrido en 2024. Aquel año cerró con una caída del PBI, pero con una recuperación gradual en su tramo final. En 2025 sucedió lo contrario: el impulso inicial se agotó rápidamente. Luego de tocar un piso entre abril y mayo del año pasado, la actividad logró repuntar hasta comienzos de este año, pero desde febrero volvió a trabarse, ingresando en una nueva fase de parálisis.
El endurecimiento de la política monetaria para contener la inflación y las presiones cambiarias, sumado a un escenario político atravesado por la incertidumbre sobre la gobernabilidad, tuvo un impacto directo sobre la economía real. Para mediados de año, los últimos datos oficiales mostraban una caída acumulada cercana al 2,5%, mientras la inflación se mantenía en torno al 2% mensual. Industria, comercio y construcción —los principales generadores de empleo— quedaron rezagados, y hacia el cierre de 2025 se profundizó la crisis en distintas ramas fabriles, con despidos y suspensiones que afectaron a miles de trabajadores, especialmente en Buenos Aires, Santa Fe y el NOA.
Así se configuró una de las principales paradojas del año: un crecimiento estadístico que convive con más meses de estancamiento que de expansión efectiva de la actividad.
El rumbo económico de 2026 estará condicionado por tres variables centrales: el acceso al financiamiento, la estabilidad cambiaria y la capacidad de transformar el crecimiento en empleo. En el frente financiero, el Gobierno logró cerrar el año con una baja del riesgo país por debajo de los 600 puntos, impulsada por la implementación de un esquema de bandas cambiarias ajustables por inflación y una mayor intervención del Banco Central para recomponer reservas. Sin embargo, el indicador aún no logra perforar el umbral de los 550 puntos, considerado clave para reducir el costo del crédito y recuperar el acceso pleno a los mercados.
La estrategia oficial apunta a disminuir la dependencia del financiamiento externo tradicional y apoyarse en el mercado local, a la espera de un contexto internacional más favorable. El primer desafío será atravesar sin sobresaltos los vencimientos de deuda de comienzos de año y, luego, refinanciar compromisos por alrededor de USD 17.000 millones a lo largo de 2026, incluyendo obligaciones con el FMI, organismos multilaterales y acreedores privados.
La estabilidad financiera está estrechamente ligada al frente cambiario. Si el Gobierno logra despejar las dudas sobre el financiamiento, podría reducir la presión sobre el dólar, facilitar la acumulación de reservas y sostener la desaceleración inflacionaria. El objetivo oficial es avanzar en una remonetización gradual de la economía y sumar unos USD 10.000 millones al Banco Central, una meta ambiciosa dentro de un esquema de flotación administrada. La incógnita es cómo reaccionará el mercado ante un dólar moviéndose dentro de bandas: si una suba mejora la oferta de divisas pero recalienta los precios, o si el ancla cambiaria obliga a subir tasas de interés, con impacto negativo sobre la actividad.
En el plano productivo, las proyecciones son moderadamente optimistas. Bancos y consultoras estiman que la economía podría crecer cerca del 3% en 2026 y repetir ese ritmo en 2027, algo poco frecuente en la historia reciente. Energía, minería y agro aparecen como los principales motores, apalancados en Vaca Muerta y la explotación de minerales críticos. Sin embargo, los sectores intensivos en mano de obra continúan mostrando un rezago preocupante.
El principal desafío para el Gobierno será evitar que el crecimiento quede concentrado en actividades de alta inversión y bajo impacto laboral. De esa ecuación dependerá no solo la solidez de la recuperación económica, sino también el respaldo social y político necesario para sostener el programa económico y encarar el calendario electoral que desemboca en 2027.
Redacción: Diario Inclusión.









