La reforma laboral que busca el Gobierno rozó el nervio de un sistema de poder que se mantiene desde hace décadas en la Argentina
La CGT, que negoció supuestamente «unida» con Casa Rosada y en defensa de los «trabajadores», se mostró luego indiferente ante dardos de dirigentes que denostaron la iniciativa, como, por ejemplo, el camionero Pablo Moyano. Como resultado, el bloque del PJ en el Senado que comanda Miguel Pichetto, delegado premium de gobernadores justicialistas, anunció ayer que no tratarán el texto hasta la renovación parlamentaria del 10 de diciembre próximo.
De esa manera, y con el aterrizaje de Cristina de Kirchner en el Senado, el Gobierno deberá pelear cuesta arriba con uno de los puntos más importantes que tiene el esquema reformista pero «gradualista» que activó semanas atrás Mauricio Macri. En algunos campos, esa lentitud para los cambios -que no tienen por ahora los votos de parte de la oposición, clave para sanción de leyes y ajeno a todo esfuerzo que pueda realizar Casa Rosada- engolosina al «sistema», que mantiene su vigencia plena y atado a un Estado fofo.
«Ante la falta de cohesión de la CGT y comentarios improcedentes de algunos dirigentes, hemos decidido postergar el tratamiento hasta la nueva conformación del Senado y hasta que la CGT se unifique en una sola voz», disparó Pichetto, que estuvo acompañado, entre otros, por el titular de la Comisión de Trabajo y Previsión Social, el pampeano Daniel Lovera, quien es una de las terminales del sindicalismo.
«Nosotros no vamos a quedar en el medio del sándwich. Tenemos una unión firme con la CGT y con los gobernadores, y necesitamos que así como los mandatarios cerraron filas por el consenso fiscal -sólo se opuso San Luis-, los sindicatos vengan y apoyen la reforma laboral. Si no, les regalamos la tribuna a los kirchneristas, que ni siquiera pueden reacomodar lo que quedó del PJ en Buenos Aires», señaló un operador premium del justicialismo a Ámbito Financiero.
La reformal laboral llegó aturdida al Senado tras las picardías de Moyano, que dinamitó el proyecto durante las últimas semanas, con visita al Papa 15 días atrás. De hecho, se adelantó al resto del gremialismo, que por estos días le besa la mano al máximo pontífice y comparte refrigerios vaticanos.
De allí parten dos cuestiones. Por un lado, el Gobierno debe ratificar que el acuerdo logrado con la CGT incluye también a Camioneros, y de allí la importancia para Casa Rosada de la aparición de Hugo, padre de Pablo, para apaciguar el microclima.
Una vez solucionado ese impasse, el PJ podrá despejar tensiones, blindar la unión civil con la CGT y reforzar la postura y dinámica de los gobernadores con el fin de apagar destellos kirchneristas, que se encuentran hoy más cerca de la postura virulenta de Pablo Moyano y la CTA.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, tuvo que ceder ayer en el Senado ante el PJ, que modificó la fórmula para actualizar las jubilaciones. Por la tarde, se enteró de la desactivación de la reunión del martes próximo de la comisión que comanda Lovera. Anoche, sectores del Gobierno no sólo mantenían esperanza en cuanto a que este proyecto finalmente se destrabe, sino que celebraban la tajada al gasto que habrá con los cambios previsionales si es que prospera la ley.
Así, el kirchnerismo se quedará sin acusación de nueva Banelco, el gremialismo no deberá dar explicaciones a los «trabajadores», y el Gobierno tendrá una excusa nueva para echar culpas. El sistema, por ahora, gana.