Para Colonia Santa Rosa esta situación significó una gran pérdida. Los productores piden que se tomen medidas para evitar nuevos inconvenientes. El Gobierno advierte que se debe respetar la legislación.
Un total de 4.900 hectáreas productivas donde se cultivan frutas y hortalizas en la zona de Colonia Santa Rosa resultaron afectadas por una contaminación accidental del potente herbicida glifosato, que se utiliza habitualmente en cañaverales.
Como resultado de esta situación, decenas de productores del área afectada sufrieron pérdidas irreparables en sus producciones de banana, tomate y zapallo, entre otras. También se afectaron especies ornamentales de los vecinos del pueblo, que sufrieron amarillamiento de sus hojas como consecuencia de la exposición al material químico.
De acuerdo a lo que pudo averiguar El Tribuno a través de la experiencia de uno de los productores afectados, la deriva del herbicida, aparentemente por falta de precaución al momento de la aplicación, dañó los cultivos y redujo su calidad y cantidad. Se estima que serán necesarios muchos cuidados para tratar de recuperar o reemplazar algunos de los lotes afectados, mientras que la mayoría están perdidos.
Los cultivos afectados incluyen zapallito, tomate, zucchini, pimiento, pepino, coreanito y tomate, entre los más afectados, y papaya y banana.
Un dato no menor en esta situación es que si las plantaciones en los campos y también los árboles y plantas ornamentales del pueblo resultaron afectados, es probable que la gente de la zona también haya quedado expuesta al material tóxico.
Fernando Ortiz, uno de los productores afectados por esta inusual situación, indicó que su campo se encuentra ubicado a 7 kilómetros de una cañaveral y hace unos 10 días «empezamos a ver que había un problema en las plantitas, que estaban medio marchitas, amarillentas», explicó, y dijo que primero pensaron que era falta de agua; por lo que «la regamos un poco más, pero no reaccionaban».
«Después vino otro ingeniero y me dijo: ‘Esto es deriva, es intoxicación por deriva’; por lo que fuimos a ver al vecino, para ver si había aplicado algún herbicida, pero él estaba igual. Llamamos al vecino del otro lado y estaba igual que nosotros también», indicó Ortiz.
Un par de días después el productor fue a ver las plantas de banana en otra zona de su campo y descubrió que las hojas estaban con manchas amarillas, «lo mismo que los cultivos de papaya, que están en la otra punta de la finca».
«En ese momento empezamos a hablar a todos los productores de la zona y a preguntarles uno por uno y algunos ya estaban con afectación, mientras que en otros los daños aparecieron un par de días después», señaló el productor y dirigente agricultor de la zona, para luego revelar que, con los datos obtenidos empezaron a trazar un mapa de la afectación y la misma afectaba a un poco más de 4.900 hectáreas.
Frente a esta situación, Ortiz junto a otros productores fueron hasta los cañaverales, donde sospechaban que se había realizado la aplicación, y confirmaron que había malezas de tipo enredadera en el suelo, lo que daba la pauta que habían sido tratadas con glifosato o 2,4D, dos herbicidas que no afectan a la caña pero que tienen una alta incidencia de deriva.
«Lamentablemente el daño ya está hecho, nos afectaron con distintos niveles de intensidad los cultivos», dijo Ortiz, y lamentó que en su caso perdió volumen y calidad. «Las pérdidas en mi caso rondan el 30 por ciento de las plantaciones, tanto de hortalizas como de frutas. En el caso de la papaya perdí todo», se quejó.
Ortiz puso el foco en la importancia de que los productores que hacen cultivos extensivos realicen las aplicaciones con las medidas de buenas prácticas agrícolas, necesarias para no afectar cultivos cercanos. «Sabemos que la mayoría de los vecinos aplican con cuidado, con métodos terrestres. Hay que poner atención en las aplicaciones aéreas», advirtió.
Tomar conciencia
Los productores afectados por la mala aplicación de herbicidas están muy preocupados por la posibilidad de que la situación pueda llegar a repetirse por lo que, a través de la asociación que los nuclea, enviarán una carta documento a la empresa responsable de la aplicación, en la que los pondrán formalmente en conocimiento de la situación por la que están atravesando.
«Nuestra intención no es ir al choque, porque entendemos que no fue una cuestión adrede, pero queremos que queden formalmente informados del daño ocasionado porque esto no puede volver a ocurrir. El malestar entre los productores es generalizado, y con razón. Las pérdidas son muy importantes», advirtió Fernando Ortiz.
Respetar la legislación
Ortiz reveló que puso en conocimiento de la situación al ministro de Producción y Desarrollo Sustentable, Martín de los Ríos.
«Nuestra mayor preocupación es que se pueda legislar sobre este producto específicamente, como se hizo en provincias vecinas. Porque es un herbicida que tiene ese problema, que es muy volátil», explicó Ortiz, y dijo que para aplicarlo «las condiciones de clima tienen que estar muy y estables porque hay casos en que deriva hasta 50 kilómetros».
El Tribuno contactó al ministro De los Ríos, quien explicó que más allá del tipo de productos que se aplican, hay que poner mucho énfasis en el cumplimiento de la normativa vigente en la provincia y las buenas prácticas agrícolas (BPA).

Cumplir la ley
«Tenemos nuestra norma, debemos denunciar y sancionar a los incumplidores», manifestó el ministro en referencia a la Ley Nº 7812 de «Regulación, fiscalización, educación e implementación de buenas prácticas agrícolas y de manufactura».
La ley de referencia tiene por objetivo «proteger la salud humana, regulando todas las acciones relacionadas con productos fitosanitarios para prevenir la contaminación del ambiente, los riesgos de intoxicación y preservar la inocuidad de los alimentos a través de la regulación, la fiscalización, la educación y la implementación de las buenas prácticas agrícolas y buenas prácticas de manufactura».
De los Ríos advirtió que «por varios incumplimientos a las buenas prácticas agrícolas se podría avanzar en prohibir directamente la aplicación de ciertos productos por vía aérea», y si bien aclaró que «nunca prohibir tecnología es la solución, pero si (los aplicadores) no cumplen, sería el mal menor».
Zona urbana afectada
La deriva del herbicida también afectó la zona urbana.
La característica del producto aplicado es su alta volatilidad, que llega a 50 kilómetros.
«No puede haber aplicaciones aéreas en zonas pobladas, mucho menos cerca de escuelas u hospitales. Eso es tóxico; es un tema delicado», advirtió el productor frutihortícola Fernando Ortiz.
Explicó que «si bien los cañaverales están lejos del pueblo, la deriva alcanza distancias grandes si no se aplican los productos siguiendo la normas».
«Todas las plantas ornamentales del pueblo, las palmeras, los paraísos, los lapachos, estaban amarillados», denunció.