En el Museo Andino ubicado en San Antonio de los Cobres, se desplegó una mesa de ofrendas para dar a conocer a los estudiantes y niños las costumbres puneña.
En toda la Puna y en los valles altos del norte de la Argentina ya se comenzó a experimentar la metamorfosis del paisaje, porque en estos días es cuando los vivos se reencuentran con sus muertos.
Así las cosas, desde ayer se comenzó a ver el humo de los hornos de barro, el correr de los changuitos con flores de colores, las casas con los colores del luto en las puertas y un gran comercio de bolsas de harina.
El objetivo principal es preparar la mesa para recibir a los muertos en sus respectivos domicilios. Y entonces toda la familia se dispone a ofrendar a los difuntos familiares las cosas que, cuando estaban vivos, disfrutaban.
Pueden haber muchas y variadas formas de realizar toda la ritualidad, ese sincretismo entre indígena y católico se va amasando según los lugares. Pero en San Antonio de los Cobres se le dio el carácter de política de Estado y en consecuencia el Museo Regional Andino de la Municipalidad dispuso un espacio para las ofrendas de sus muertos abierto a la comunidad y a los turistas.
La idea es mostrar lo que está sucediendo en muchas casas del pueblo y poner el valor los rituales que le dan identidad a la cultura del mundo andino.
Para las explicaciones están Aymara Quipildor, guía del Museo, y Norma Cruz, directora.
La directora dialoga con El Tribuno, mientras la guía trabaja con los chicos de las escuelas y los turistas.
“Para el 1 de noviembre, que es el día de los Santos Difuntos, las familias se preparan según tengan almas nuevas o almas viejas. Generalmente se arman dos mesas, una para cada clase de alma, porque en las familias siempre hay variedad de muertos”, dijo Norma con mucha paz interior. La muerte convive con la vida en el mundo andino y la naturalidad que se tiene con los familiares difuntos golpea al pensamiento urbano.
Explicó que las “almas nuevas” son familiares que fallecieron en el período de un año aproximadamente. Según el Chola Barboza, el “pastor de nubes” de Tastil, “si el muertito es buena persona demora en irse al Cielo, quizás más de un año, por eso hay que ayudarlo”.
Esa ayuda viene de la mano de escaleras de pan que los niños estuvieron haciendo durante al menos dos días.
“En la mesa que preparamos para los muertos nuevos va fija la escalera para que puedan llegar rápido al Cielo. Ornamentamos una habitación de la casa con un túmbolo, que significa revestir todas las paredes de esa habitación de negro y en la punta de la mesa ponemos una cruz blanca, que es para la salvación de las almas. Con el pan le hacemos palomas para la paz, el perdón y la reconciliación. Y además le preparamos comidas que al muerto le gustaron durante su vida”, explicó Norma.
Toda la mesa está con panes de diversas formas, de palomas, de humanos, de escaleras, de cruces, de coronas, de corazones, de soles, de estrellas, de animales y muy en especial de perros, hasta de vasos.
Si al muerto le gustaban las bebidas, también se le da de beber. Además de los panes con formas disponen chicha, vinos, ulpada (chicha sin fermentar), habas, maíz tostado, charqui, anchi, frutas y golosinas.
“Recibimos a los muertos nuevos con abundancia. Comenzamos a trabajar una semana antes y algunas familias preparan hasta 5 bolsas de harina. Todo es trabajo artesanal, sin moldes. Si el difunto es un angelito le hacemos pan dulce con anís y merengue; los esperamos con muchas golosinas”, explicó Norma.
Almas viejas
A la mesa de los muertos que fallecieron hace más de tres años los andinos le ponen color. Coronas de flores artificiales de vivos colores, comidas en abundancia, muchas frutas, lácteos, mucho vino y todo el altar recubierto de blanco.
A los preparativos de las mesas, que se realizan todos los días como hoy 1 de noviembre, comienzan muy temprano, antes de que salga el sol, para que los muertos disfruten de este encuentro con los vivos desde el desayuno.
Pasado el mediodía, el cabecilla de la casa llama a un “rezador”, que llega especialmente a hacer orar a toda la familia. Ese será su rol por dos días.
Por la noche que une a los días 1 y 2 de noviembre en la Puna se hace el “rezo de la taba”, que se hace con un hueso de oveja y con los rezantes dispuestos en círculo en alguna de las habitaciones.
Cada participante tira ese pedazo de astrágalo y si cae “hueco arriba” reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. “Hueco abajo” se salva, y si cae de “pinino” un rosario comple to.
Así se pasa toda la noche en los Andes hasta el amanecer del 2, que es el Día de las Almas, y que es cuando vemos esa típica postal del norte de las familias peregrinan hasta los cementerios con comidas, velas y coronas de flores.
El 2 de noviembre los vivos salen temprano para los cementerios. La misma división se realiza entre almas nuevas y almas viejas.
Si es un muerto nuevo de la familia se sale muy temprano. La costumbre en San Antonio de los Cobres es peculiar. “Las familias salen en caravana hacía el cementerio del pueblo, pero hay un descanso en un lugar que llamamos El Angosto. Es un lugar lleno de misterio donde hay un policía grabado en una piedra. También se le llama Aduana y hay un chayerito que cuando llevan a un muertito a enterrar, ahí se descansa. Ahí silban las almas”, dice la directora Norma Cruz.
Para las almas viejas, los familiares se toman más tiempo y llegan más tarde con sus coronas de flores de colores.
En las tumbas se come, se bebe y se pasa toda la mañana. Al mediodía se regresa para el almuerzo en casa, también con el acompañamiento del muerto.
Vuelve a tener protagonismo el rezador y aquí ocurre un hecho mágico en el que nadie debería dudar de nadie. El rezador habla con la voz del nuevo muerto, toma la palabra del alma nueva y le lleva el consuelo a los familiares dolientes.
Antes de las 17 comienzan a levantar las mesas. Es decir que se hace un recuento de todos los alimentos que sobraron. Todo lo que no se comió se reparte en partes iguales y solo los niños reciben más frutas y golosinas.
Luego de las 5 de la tarde comienza un ritual muy importante, que es el “despacho de almas”. Es importante porque debe hacerse correctamente, no es para cualquiera, ya que puede quedar el alma en ese limbo entre la vida y la muerte.
“Para el despacho de almas hay siempre dos personas experimentadas o más viejas. En la división de la comida que sobra preparan partes para los muertos también. Luego de las 5 de la tarde encierran a toda la familia con las puertas y las ventanas cerradas y salen solo ellos para cavar en la Tierra y dejar los alimentos para las almas. Ahí se retiran los familiares difuntos. Nadie puede salir porque las almas te pueden llevar. Para colmo, a esa hora siempre llega un viento silbador que hace estremecer”, explica Norma.
Esos despachantes de almas cuando salieron se llevaron cosas que luego los que se quedaron en casa tienen que comprar. Para eso dibujan billetes durante encierro. Todo se convierte luego en un juego de sorpresas y risas que distienden a los presentes. Luego de ese juego, como dice el dicho, “cada carancho a su rancho”.
“Para rescatar nuestra identidad”
El Museo Regional Andino del Municipio de San Antonio de los Cobres tiene como objetivo recabar información y tomar conocimiento de las colecciones del museo como documentación: conservación, restauración, difusión e informe de todas las actuaciones pertinentes.
Se busca resaltar y poner en valor cultural el patrimonio arquitectónico de nuestra región, como todos los vestigios líticos, y es necesario poder tener inventarios, relevamientos e informes de todo nuestro patrimonio, riqueza que es para la generación de niños y jóvenes, y el mundo una fuente de conocimiento. El aporte de investigación estará sustentado por científicos antropólogos y por la Municipalidad de San Antonio de los Cobres.
“La idea de poner nuestra propia ofrenda a nuestros muertos es porque así vivimos nuestras tradiciones. Esta propuesta está abierta a la comunidad, a nuestros vecinos, a los colegios y escuelas que vinieron durante toda la semana y que seguirá abierto sin descanso por estos días. La propuesta tiene como objetivo rescatar nuestras creencias y nuestra identidad”, dijo la directora.
El museo está abierto habitualmente de martes a domingos de 10 a 17, pero hoy permanecerá abierto debido a lo significativo de la fecha.
Para los turistas el precio de entrada es de 150 pesos,para jubilados es de 100 pesos y los niños ingresan gratis.