La inflamación crónica surge cuando el sistema inmunitario permanece activado más allá de lo necesario, afectando tejidos en todo el cuerpo y el cerebro. En lugar de desaparecer tras una lesión o infección, este “fuego interno” perdura y complica el funcionamiento neuronal.
Investigaciones del Reino Unido que analizaron a más de 1,5 millones de personas con enfermedades inflamatorias como artritis o colitis revelan que casi duplican la probabilidad de sufrir ansiedad y depresión, incluso al ajustar factores como el dolor y la situación económica.
Por su parte, científicos del King’s College de Londres demostraron que la inflamación de bajo grado actúa como desencadenante central de los cuadros depresivos. Reducirla con fármacos, dieta o ejercicio puede beneficiar a quienes no responden a tratamientos convencionales.
Equipos de la Universidad de Birmingham y la de Ámsterdam detectaron que incluso ligeros incrementos en marcadores inflamatorios ralentizan la atención y merman la velocidad de procesamiento mental, comprometiendo la productividad diaria.
Un seguimiento de dos décadas realizado por la Universidad Johns Hopkins confirmó que adultos con altos niveles de biomarcadores inflamatorios presentan hasta un 8 % menos de capacidad cognitiva y memoria, en comparación con quienes mantienen dichos niveles bajos.
Estudios de la Universidad de California en San Francisco y del Biobanco del Reino Unido apuntan a que la inflamación sostenida desde la adultez temprana eleva los déficits de memoria y funciones ejecutivas, y duplica el riesgo de demencia en etapas avanzadas de la vida.
Para combatir este proceso, especialistas coinciden en que la actividad física regular es esencial. Caminatas rápidas de 20 minutos diarios o ejercicio aeróbico moderado frenan la respuesta inflamatoria y mejoran la función cerebral.
La nutrición también juega un rol clave: dietas basadas en el Mediterráneo o MIND —ricas en pescado azul, aceite de oliva, frutos secos, frutas y verduras— equilibran las grasas omega y reducen marcadores de inflamación.
Finalmente, un estilo de vida integral que incluya manejo del estrés, sueño reparador de siete a nueve horas, ingesta adecuada de fibra y el uso de especias antiinflamatorias como cúrcuma y jengibre puede detener este “fuego” interior y proteger la mente a largo plazo.
📝 Redacción Diario Inclusión