El TDL se define como una dificultad en la adquisición y desarrollo del lenguaje que no está vinculada a otras enfermedades neurológicas, motoras ni sensoriales. Los niños que lo padecen presentan habilidades lingüísticas por debajo de lo esperado para su edad, lo que impacta en su desempeño escolar y en sus vínculos sociales.
Según Verónica Maggio, directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil de la Universidad Austral, el TDL suele manifestarse con un inicio tardío del habla, generalmente después de los tres años. Algunos niños tienen problemas de comprensión, mientras que otros entienden pero no logran expresarse con claridad.
Los signos de alarma varían según la edad. Antes del año, la falta de respuesta al nombre o de gestos simples puede ser indicativa. Entre los dos y tres años, se observa un vocabulario limitado, dificultad para formar frases y escasa comprensión de órdenes cotidianas. A los cuatro años, el habla poco inteligible y la dificultad para mantener una conversación son señales clave.
La médica pediatra Ángela Nakab, de la Sociedad Argentina de Pediatría, detalla que entre los cinco y seis años persisten errores de articulación, problemas para responder preguntas simples y dificultades para relatar historias. Estos indicadores deben ser motivo de consulta profesional.
Un estudio citado por Infobae señala que la edad, antecedentes clínicos como la prematuridad o la dislexia, y la calidad del entorno lingüístico influyen en el desarrollo del lenguaje. No se encontraron diferencias significativas por género, idioma o nivel socioeconómico.
La fonoaudióloga Patricia Villalba, del Hospital de Clínicas, destaca que el ambiente familiar y los estilos de crianza son determinantes. Leer cuentos, hablar con el niño y estimularlo en actividades cotidianas mejora sus habilidades lingüísticas. La exposición a varios idiomas no representa un obstáculo, aunque puede modificar los tiempos de adquisición.
El impacto del TDL va más allá del lenguaje. Los niños con esta condición tienen cinco veces más riesgo de presentar trastornos de atención y entre el 50% y el 70% desarrolla dificultades en lectura, escritura y resolución de problemas matemáticos. Muchos tienden al aislamiento por temor a no ser comprendidos.
Uno de los factores que preocupa a los especialistas es el uso excesivo de pantallas. El Hospital de Clínicas advierte que cada vez se reciben más consultas por ausencia de lenguaje en menores de dos años. El abuso de dispositivos reduce el tiempo de interacción directa, clave para el desarrollo comunicativo.
La psicóloga Sonia Almada coincide en que el contacto visual, el diálogo cotidiano y el juego compartido son fundamentales. La Academia Americana de Pediatría recomienda evitar pantallas en menores de dos años y limitar su uso a una hora semanal entre los dos y cinco años.
Las estrategias de estimulación incluyen modelar oraciones, usar frases cortas, acompañar el mensaje verbal con gestos y ubicarse a la altura del niño para facilitar el contacto visual. Repetir correctamente las palabras sin exigir que el niño las repita también es una técnica efectiva.
Ante cualquier duda sobre el desarrollo del lenguaje, los especialistas recomiendan acudir a una evaluación neurolingüística. La detección temprana permite establecer pautas de seguimiento y mejorar las oportunidades de aprendizaje y socialización del niño.
📝 Redacción Diario Inclusión