¿Alguna vez te preguntaste por qué el dulce de leche Chimbote tiene nombre peruano o si Don Omar tenía algo que ver con el reguetón? Un informe recientemente publicado recopila el origen de 61 marcas que forman parte del consumo cotidiano, y los resultados son tan variados como sorprendentes.
Muchas de ellas nacieron a partir de apellidos reales —como Bayer, Nestlé o Falabella—, mientras que otras se inspiraron en lugares geográficos como Ledesma (Jujuy), Playadito (Colonia Liebig) o incluso el arroyo Adobe Creek en California, que dio nombre a la compañía de software Adobe.
En algunos casos, se trató de siglas técnicas o comerciales. Tal es el caso de ASICS (del latín Anima Sana In Corpore Sano), BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria) o Inalpa (Industrias Alimenticias Pavón Arriba). También hay ejemplos más creativos: el nombre de la marca de ropa Kosciuszko surgió al azar al señalar un punto en el mapa, y el de Spotify fue resultado de una confusión auditiva entre sus fundadores.
Los productos argentinos también tienen sus perlitas: Pehuamar es la fusión de Pehuajó y Mar del Plata; Valcarce nació como homenaje al postre creado por un pastelero homónimo; y la yerba Don Omar se llama así por un empresario sirio radicado en Misiones desde los años 80.
Incluso las marcas más glamorosas, como Victoria’s Secret, esconden simbolismos: su nombre fue pensado como una combinación entre lo refinado de la época victoriana y el tabú de la lencería. Y Quaker, lejos de ser un personaje inventado, alude a un movimiento religioso nacido en Inglaterra en el siglo XVII.
El listado funciona no solo como una curiosidad empresarial, sino como un mapa cultural que une orígenes, raíces y hasta casualidades que hoy visten estanterías, pantallas y carteles en todo el mundo.
Redacción: Diario Inclusión.