Cabañas Amparos de Artalaz es una empresa familiar que se fundó hace más de 19 años.
Sin embargo su historia está lejos de ser un cuento de hadas, pues al final de cuentas, muchos exitosos emprendimientos tienen sus inicios en una pesadilla.
Este es el relato en primera persona de Ezequiel García, propietario de Amparos de Artalaz, que comenta: «Tenía 18 años, problemas económicos, llegué hasta juntar cartón en mi trabajo. Después saqué un préstamo y la gente que me la estaba construyendo, me estafaron».
El complejo de cabañas ubicado en el Colón, Entre Ríos, hoy es un sueño, que arrancó como una aventura. «Mi vida en el ambiente laboral arranca con solo 16 años. Iba a la escuela nocturna, me subo a manejar un camión, me entero que iba a ser papá, solamente tenía 18 años, problemas económicos, la situación era caótica», recuerda Ezequiel.
2003, su familia creció y le dieron la bienvenida a un segundo bebé. «Necesitaba muchas cosas, como una obra social, por ejemplo. Todo empezó a mejorar, pero no dejaba de ser un empleado que le costaba llegar a fin de mes» añadió.
Ante esta situación, se vió en la necesidad de emprender su propio negocio paralelamente al trabajo que ya realizaba y fue entonces cuando la cocina de su casa se convirtió en el laboratorio para la distribuidora de bebidas.
«Nos pasó lo que le pasa a la mayoría de los habitantes del conurbano. Comenzamos con los robos. Un día mi señora me dijo, no sigo más, no sigo más. Bueno, yo no pensaba bajarme de mi trabajo y decidimos cerrarla», señalaba Ezequiel de su experiencia.
Al mismo tiempl recordó: «Una gente amiga estaba abriendo otra distribuidora y le vendemos todo. Así compramos el terreno en Colón, un lugar que nos gustaba mucho, que usábamos para veranear. Y un día decidimos hacernos una casita. Una casita para nosotros, para veranear, para la familia. Y después había que bancar todo el año los gastos de esa casita. Entonces decidimos alquilarla».
Primeros pasos del emprendimiento
«Nos empezó a gustar la idea y decidimos alquilar una segunda casita», comentaba Ezequiel, entonces, mientras se gustaba la idea del emprendimiento, un duro golpe los invadió.
«Y en Colón llega una inundación, la más grande, la anterior había sido en el año 1959. Y no nos alquiló nadie. Fue un fracaso la temporada», lamenta.
Ezequiel ademas recuerda: «Asi fue pasando un año más que decidimos hacer una tercera cabaña. Cuando saco un préstamo y la gente que me la estaba construyendo, cuando la cabaña estaba a un 40%, 50% me estafaron. Y gracias a dos amigos, que me prestan la plata, como siempre, otra vez endeudado, y empiezo a terminar la cabaña 3. Ya estábamos prácticamente terminando, nos faltaba lo que era la pintura, y… Era el mes de noviembre»
Fue en ese momento cuando una nube negra se posó en la familia, pues en ese mes, fallece su hija de tan solo 13 años, una tragedia que sin dudas paralizó los sueños.
Pero las deudas no daban tregua al dolor y gracias al apoyo de su esposa, la fortaleza de Ezequiel hizo que saliera a explotar el negocio de las cabañas y hoy en día su emprendimiento se volvió exitoso y las familias disfrutan del paisaje que brinda el espacio.