Hace más de una década, Diego y Mateo trabajaban en una multinacional de transporte marítimo y compartían una pasión: el sushi. En aquellos años, comerlo en Buenos Aires era un lujo reservado para ocasiones especiales. Pero un día, tras preparar sushi casero para el cumpleaños de su madre, Diego se dio cuenta de que podía hacerlo a una fracción del costo. Esa chispa se transformó en una idea revolucionaria: ofrecer sushi accesible, sin resignar calidad.
“Nos dimos cuenta de que había algo en el mercado que estaba mal —que el sushi era demasiado caro—, y vimos una oportunidad enorme de hacer comida saludable a un precio justo”, recordó Diego. Así nació Sushi Pop, con una premisa simple pero poderosa: sushi al precio de una pizza.
El boom del sushi barato
Comenzaron como un pequeño delivery en el microcentro porteño, con pocos recursos y muchas ganas. Su meta era ofrecer calidad y conveniencia, sin grandes campañas de marketing ni inversión publicitaria. En poco tiempo, la demanda explotó: el primer día esperaban cinco pedidos y recibieron treinta. En apenas tres meses pasaron de tres empleados a veinte, y su servicio se volvió furor entre oficinistas y familias.
A los pocos años, Sushi Pop se consolidó como líder en delivery de sushi, con cinco locales y más de 400 empleados. Sin embargo, el crecimiento acelerado también trajo consigo nuevos desafíos.
Crisis y caída: el punto de inflexión
Entre 2010 y 2013, la empresa vivió su momento más crítico. La competencia se multiplicó, la calidad bajó y los fundadores perdieron el foco en el cliente. “Nos olvidamos de lo importante”, reconoció Diego. Sushi Pop, que había revolucionado el mercado, estuvo al borde de desaparecer.
En medio de la crisis, decidieron dar un paso al costado y delegar la gestión, pero los resultados fueron peores. “Perdimos la esencia. La cultura de empresa joven, el espíritu emprendedor, se había diluido”, recordaron.
Renacer con más calidad y cercanía
Tras un año complicado, Diego, Mateo y su hermano Carlos retomaron el control del negocio. Su primer paso fue volver a lo básico: el producto. “La empresa estaba en rojo y dijimos: pongámosle más salmón a las piezas”, contaron. Apostaron por mejorar la calidad, aún cuando eso implicaba aumentar los costos.
El segundo cambio clave fue abrir restaurantes para reencontrarse con los clientes. De ser una marca centrada en el delivery, pasaron a tener locales en zonas como Palermo y Las Cañitas, donde combinan buena comida, birra artesanal y un ambiente relajado.
Hoy, Sushi Pop cuenta con 13 locales —entre propios y franquiciados— y más de 300 empleados, entregando más de 40.000 pedidos por mes. Su modelo de franquicias permitió expandirse sin perder la cercanía con el público y mantener la cultura de trabajo colaborativo que los caracteriza.
Una historia de esfuerzo, familia y reinvención
Para los fundadores, Sushi Pop es mucho más que una marca: es una familia. “Atrás de cada pedido hay gente que se rompe el alma para que llegue bien. Si alguna vez fallamos, no es a propósito. Lo que más queremos es que el cliente tenga una gran experiencia”, expresó Diego con emoción.
La historia de Sushi Pop es una prueba de que los grandes proyectos pueden nacer de una simple idea, del amor por lo que se hace y del coraje para levantarse después de caer. Como concluye el relato de Historias que Inspiran:
“Las oportunidades pueden aparecer en cualquier momento. Lo importante es animarse, rodearse de gente apasionada y nunca perder la esencia que te hizo empezar.”
Redacción: Diario Inclusión.










