Durante más de dos décadas, Carlos Ghosn fue sinónimo de éxito, disciplina y liderazgo en la industria automotriz global. Nacido en Brasil, criado en el Líbano y educado en Francia, el ejecutivo se ganó la reputación de “El asesino de costos” por su habilidad para transformar compañías al borde del colapso en verdaderos imperios industriales. Pero su historia dio un giro tan espectacular como cinematográfico: hoy es un fugitivo internacional, acusado de fraude y corrupción, que vive exiliado en Beirut tras escapar de la justicia japonesa en una caja de instrumentos musicales.
De salvar a Renault a construir un imperio global
A fines de los años 90, Renault estaba en crisis. Ghosn, con una carrera meteórica en Michelin, fue convocado para encabezar su transformación. En poco tiempo, implementó una reestructuración radical que devolvió la rentabilidad a la empresa francesa.
Su éxito lo llevó a Japón, donde Nissan también enfrentaba una grave crisis financiera. En 1999, Renault adquirió parte de la automotriz japonesa y Ghosn fue enviado a salvarla. Contra todo pronóstico, logró reducir deudas, modernizar la producción y devolver la rentabilidad en apenas dos años.
Su estilo implacable y sus resultados lo convirtieron en una celebridad: apareció en cómics, fue objeto de documentales y hasta tenía muñecos con su figura en las tiendas japonesas. Para muchos, Ghosn había logrado lo imposible: fusionar las culturas empresariales de Francia y Japón en un grupo que se convertiría en el mayor fabricante de autos del mundo.
El principio del fin
Pero detrás del éxito se gestaba el escándalo. En noviembre de 2018, Ghosn fue arrestado en Tokio por presunto fraude financiero. La fiscalía lo acusó de ocultar ingresos millonarios, utilizar fondos corporativos para gastos personales y manipular los balances de la empresa.
Las acusaciones lo derribaron del pedestal y lo convirtieron en el rostro de la corrupción empresarial. Sin embargo, Ghosn denunció una conspiración interna dentro de Nissan, orquestada por ejecutivos japoneses que temían perder el control de la empresa frente a Renault, que buscaba una fusión definitiva.
“Soy víctima de una traición y de un sistema judicial que presume la culpa”, declaró desde su celda, donde permaneció meses bajo duras condiciones y sin contacto con su familia.
Una fuga digna de Hollywood
La historia alcanzó su punto más insólito en diciembre de 2019. Con la ayuda de ex militares estadounidenses, Ghosn logró escapar de Japón oculto en una caja de instrumentos musicales utilizada por una empresa de seguridad privada. Desde allí abordó un jet privado rumbo a Turquía y luego a Beirut, donde finalmente reapareció públicamente.
La fuga conmocionó al mundo y dejó en ridículo al sistema judicial japonés. En una conferencia de prensa multitudinaria en Líbano, Ghosn afirmó: “No escapé de la justicia, escapé de la injusticia”. Desde entonces, vive protegido por la ley libanesa, que no permite su extradición a Japón.
Del poder al aislamiento
Hoy, Ghosn intenta reconstruir su imagen desde el exilio. Publicó libros, dio entrevistas y hasta participó en documentales donde cuenta su versión de los hechos. No obstante, el ex magnate enfrenta procesos judiciales en varios países y una reputación empañada por las acusaciones de corrupción y abuso de poder.
Su caso se ha convertido en símbolo de las tensiones entre Occidente y el sistema judicial japonés, además de un ejemplo extremo de cómo la ambición puede borrar los límites entre liderazgo y arrogancia.
Una lección de poder y caída
La vida de Carlos Ghosn representa una parábola moderna sobre el poder, el ego y la impunidad. De ser uno de los ejecutivos más admirados del planeta, terminó huyendo disfrazado, sin poder volver al país donde construyó su fortuna.
Hoy, su historia sigue siendo una advertencia para el mundo corporativo: en la era de los grandes conglomerados globales, incluso los líderes más brillantes pueden caer cuando su ambición supera los límites de la ética.
Redacción: Diario Inclusión.