Nicolás Álvarez y Diego Arévalo rompieron algunos esquemas. Ambos renunciaron para emprender cuando todos les aseguraban que la norma era la relación de dependencia. Y juntos crearon una marca de accesorios para hombres, desde pulseras y collares hasta anillos, cuando, por lo general, este rubro suele tener como foco principal el target femenino. Hoy Gogo Accesorios, el proyecto que iniciaron en 2017, cuenta con 8 espacios de venta, factura cerca de u$s 1 millón y planea expandirse a través de franquicias en la Argentina y el exterior.
«En ese momento no sabíamos qué queríamos hacer, solo queríamos renunciar», recuerda Álvarez, que trabajaba como diseñador gráfico en una agencia de publicidad. Él había conocido a Arévalo, graduado de Administración de Empresas, en una fiesta laboral y rápidamente encontraron una conexión con el mundo de los accesorios. «A mí siempre me gustaron los collares, pero no conseguía modelos para hombres y Diego en su infancia hacía pulseras trenzadas y las vendía en el colegio», cuenta el emprendedor.
Un viaje a Brasil los terminó de convencer de que ese era el rubro indicado luego de ver el precio al que se vendían algunas pulseras en la playa. A su regreso empezaron a buscar proveedores y armaron sus primeros diseños. «Al principio hacíamos accesorios para mujer, pero nos dimos cuenta que queríamos hacer algo que nosotros mismos pudiéramos probar. Queríamos usarlo e ir al gimnasio o a comer para ver si los demás lo miraban o le prestaban atención», señala Álvarez sobre cómo encontraron su nicho.
Los socios se juntaban en un departamento después de trabajar y se quedaban armando pulseras y collares hasta las dos o tres de la mañana. Pero la inexperiencia en el rubro les valió algunos chascos con pedazos de plástico que les vendieron como piedras naturales. Esto los llevó a viajar a Iguazú para investigar y capacitarse en el tema. Ahí consiguieron también a su primer cliente mayorista que los terminó de convencer de renunciar para dedicarse 100 por ciento a su emprendimiento.
La inversión inicial, aseguran, fue de tan solo u$s 170 ($ 2500 al tipo de cambio de ese momento) para comprar insumos. Para promocionar sus productos abrieron un showroom a pocas cuadras del Obelisco y lo transformaron en un espacio para vivir la experiencia completa de la marca. «Les damos atención personalizada, tenemos un sillón masajeador y se sientan ahí mientras le armamos la pulsera tal como quiere. Pueden estar hasta una hora en el local», dice el emprendedor.