Para conocer la historia de la marca de zapatillas Flecha, es necesario remontarse a fines del siglo XIX, por lo que el periodista Javier Ledesma indagó en los libros y brindó detalles al respecto.
Todo inicia con la unión de dos mentes y su expertise lo que dio inicio a la compañía Alpargatas en 1883. Por un lado estaba el inmigrante vasco Juan Echegaray, quien tenía experiencia en producir calzado de lona con suela de yute; del otro estaba el escocés Robert Fraser, con conocimiento del área industrial y la ingeniería textil.
Justamente se unieron para fabricar un calzado cómodo, durable y barato: las alpargatas. Este producto tradicional había sido adoptado por los trabajadores por su simpleza y confort para desarrollar tareas. Había sido introducido por la inmigración vasca en Argentina de las décadas pasadas.
Primero realizaban toda la producción de manera manual, pero dos años más tarde introdujeron una máquina para acelerar el proceso. Al poco tiempo se expandieron a Uruguay y Brasil. En 1890 inauguran su planta fabril en Barracas y después dan inicio al negocio textil con la instalación de los primeros telares para fabricar lonas. Sin embargo, a partir de los 60 se da el gran crecimiento de la empresa con la apertura de varias fábricas.
En 1965 construyen una planta desmotadora de algodón en Chaco tres años después empiezan a fabricar tela tejido Denim – utilizada para los jeans -; en 1972 abren una fábrica en Florencio Varela, en 1977 una de tejidos planos en Catamarca y otra en Corrientes en 1981. El negocio crecía de la mano de la popularidad de sus marcas, como las alpargatas Rueda, la ropa de trabajo Pampero; y los textiles para el hogar Palette.
Pero quizá la creación más conocida de Alpargatas fue Topper. Fue lanzada al mercado en 1972 como su alternativa textil deportiva.
Corría el año 1962 y la fábrica Alpargatas lanzó al mercado la primera línea de las zapatillas de lona que se convertirían en un clásico argentino. La novedad era el material, que reemplazaba al cuero duro, durísimo, que se usaba hasta el momento. La comodidad del calzado y su durabilidad, terminaron por hacerle un lugar especial en el armario.
Pronto las flechas empezaron a popularizarse entre los jóvenes que las usaban para practicar deporte, para ir al colegio o para salir, siempre combinadas con jeans. Su pico de popularidad lo alcanzó a fines de los 60 y principios de los 70, cuando Alpargatas llegó a fabricar un millón de pares mensuales.
Según el invitado de Javier Ledesma, Leo Ferri, las zapatillas Flecha probablemente fueron las primeras zapatillas comercialmente exitosa en Argentina. Hoy en día es recordada porque la nostalgia es un gran negocio y el regreso es un buen argumento de venta para cualquier marca».
«Las Flecha eran un producto noble que durante más de una década fue la mejor alternativa para quienes no podían comprar un par con tres tiras. Estaba hecha a imagen y semejanza de sus versiones nacidas en Estados Unidos, la marca de la Estrella (la Converse) y la mucho menos conocida PF Flyers, pero de origen y manufactura nacional», recuerda el periodista Leonardo Ferri, autor del libro Zapatillas, historia de moda, deporte y consumo en el que relata anécdotas de esta y otras marcas que dejaron huella en la memoria.
Hay una particularidad relacionada con estas zapatillas: cuando salieron, la dirección de la flecha roja, tanto en las cajas como en las publicidades y en la base y plantillas apuntaba hacia la izquierda. Pero con los años, más precisamente después del golpe militar de 1976, la dirección cambió su sentido hacia la derecha. «Se dice que en Alpargatas recibieron un llamado. La flecha roja y zurda no podía suceder en una dictadura cívico militar y empezó a apuntar hacia la derecha. El slogan ‘Flecha va en tu mismo sentido’ nunca resultó tan ajustado a la realidad», dice Ferri.
También –relata Ferri–, las Flecha fueron parte del uniforme utilizado por los soldados que pelearon en Malvinas: «Del mismo modo que Converse produjo calzado para el ejército estadounidense para la Segunda Guerra Mundial (aunque éste era calzado térmico especial) Flecha se convirtió en parte del uniforme oficial. Y si bien no fueron utilizadas en combate y solo en momentos de descanso, resulta difícil imaginar un calzado menos apto para utilizar en medio de frío y la humedad del sur argentino», cuenta el periodista.
Las zapatillas eran famosas a nivel nacional, pero dieron un salto internacional gracias a al emblema de River, Norbeto «Beto» Alonso, que en 1980 fue con el equipo dirigido por Ángel Labruna a un jugar un amistoso contra el mítico Cosmos, en Nueva York. El equipo noteamericano ya no tenía a Pelé, pero sí a otros de la talla de Franz Beckenbauer. La cuestión fue que la cancha era de fibra sintética, una superficie totalmente desconocida para los argentinos y no apta para jugar con botines.
La firma Pony ofreció sus botines aptos para césped sintético, pero los jugadores pidieron u$s2.000 cada uno para usarlos. Pony no aceptó el pedido del plantel: algunos jugadores negociaron por su cuenta y usaron los Pony, otros pidieron a sus marcas –Puma, Adidas– botines especiales para esa superficie, y el Beto no llegó a ningún arreglo y le pidió al utilero que les llevara sus Flecha azul oscuro. Con ellas disputó el partido como si estuviera jugando en el potrero y no en el estadio Giants de New Jersey.
Poco a poco las Flecha fueron perdieron terreno en las preferencias de los argentinos, sobre todo ante la entrada masiva de modelos del exterior y a medidos de los 80 la empresa dejó de fabricarlas. Hasta que en 2006 Federico Bonomi, dueño de Kosiuko, apostó por lo retro y le pagó una comisión mensual a Alpargatas para producir las famosas zapatillas. El marketing y la distribución eran de Kosiuko, la producción seguía en manos de Alpargatas, que reabrió una fábrica en Tucumán para producir 300.000 pares.
Pero la sociedad no anduvo como se esperaba y Kosiuko devolvío la marca a Alpargatas. Pasó una década hasta que en 2019 Gustavo Samuelian, ex dueño de Bolivia y creador de la marca de camisas de sastrería súper premium Artisan, terminó comprándole Flecha a Alpargatas. En realidad, fue un ofrecimiento al que decidió abrirle las puertas casi sin proponérselo. La marca siempre formó parte de su vida: su abuelo tenía un negocio en Tucumán y Larrea que las vendía y las usó en su niñez.