Sin cobrar entradas, sin plateas ni sillas, así nació el Festival de Cosquín
El 21 de enero de 1961 la historia de la comunidad cordobesa cambiaba para siempre pues iniciaba con el ciclo del evento folklórico mas grande de Argentina.
El 28 de septiembre de 1960 el Intendente de Cosquín, señor Angel Bergese convocó a una reunión, realizada en la Municipalidad, a todas las Instituciones de la ciudad, para formar una comisión que se encargue de la or- ganización de los festejos de la Semana de Cosquín, coincidente con la Celebración de la Virgen del Rosario (Patrona de Cosquín). Alguien (advertido del entusiasmo por el folklore que existe en Cosquín) propone postergar los festejos hasta la última semana de enero de 1961 y realizar una semana dedicada a las expresiones folklóricas.
Se forma entonces una Subcomisión para promover la elección de una Comisión definitiva. La citada Subcomisión estaba integrada por tres miembros solamente: el doctór Reynaldo H. Wisner, Gerardo Barrera y Alejandro Israelevich, quienes organizan una Asamblea que se lleva a cabo el 5 de octubre en la Municipalidad. Allí se designa a los miembros de la Primera Comisión Municipal de Fomento y Turismo de Cosquín, quienes comienzan a trabajar inmediatamente.
El segundo miércoles de octubre se concreta la primera reunión en el Centro de Comercio (calle Buenos Aires N° 637). El doctor Reynaldo H. Wisner trasmite una inquietud de su hermano Rubén, quien sugería designar la «semana folklórica» con el ambicioso título de Festival Nacional del Folklore. La aprobación es unánime.
Los integrantes de la Comisión Municipal de Fomento y Turismo inician una serie de reuniones con todas las instituciones y grupos sociales de Cosquín. Había que crear el clima propicio en el pueblo. Informar, interesar, entusiasmar a todos.
El 28 de octubre viaja el doctor Reynaldo H. Wisner a Buenos Aires, con la intención de contratar figuras importantes del folklore. Visita al señor Omar Buschiazo, con quien firma un contrato por el que se compromete la participación de dos figuras: Eduardo Falú y Jaime Dávalos. Además Buschiazo presenta al doctor Wisner, representantes de otros intérpretes. Solucionado el rubro artístico el doctor Reynaldo H. Wisner se pone en contacto con el locutor Roberto Maidana (tenía familiares en Cosquín) para vincularse a los medios de difusión aprovechando su profesión.
El 5 de noviembre a las 8:50 horas regresa a Cosquín con cinco contratos firmados: Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Eduardo Falú, Jaime Dávalos e Ismael Gómez y su Ballet. Al día siguiente (6 de noviembre) el doctor Wisner informa en reunión de comisión sobre las gestiones realizadas en Buenos Aires y se decide cursar invitación a la Dirección de Cultura de todas las provincias argentinas solicitando el envío de una delegación oficial de música y danzas nativas.
A través de Justo Palacios (periodista) se logra el apoyo del diario «Crítica». La Asociación Textil Obrera facilita su Colonia Serrana. El 16 de diciembre la Comisión Municipal de Fomento y Turismo resuelve levantar el escenario en plena ruta frente a la plaza San Martín, obligando a desviar el tráfico con la consiguiente sorpresa de los visitantes que encuentran la explicación en un cartel: Primer Festival Nacional del Folklore. La falta de dinero complica las cosas. Pero el entusiasmo y la capacidad de trabajo supera todos los obstáculos.
El 14 de enero de 1961 comienza a construirse el escenario. Exactamente una semana antes de la inauguración del Festival. Se trabajaba durante las 24 horas. Y comienza la carrera contra el tiempo. Eran las 21.30 horas del sábado 21 de enero y aún no habían terminado. Faltaban 12 minutos para la Apertura Oficial y el pueblo de Cosquín seguía trabajando para dejar todo en condiciones. Así dio comienzo el Primer Festival Nacional del Folklore, el cual se extendió durante nueve lunas, en honor a la novena a la Virgen del Rosario. Desde entonces, la identidad de la comunidad cambió para siempre.
Aquel primer festival el 21 de enero de 1961, cuando pasadas las 22 el locutor soltó al aire el ahora célebre «Aquí Cosquín, capital nacional de folklore», marcó un antes y un despues, incluso para los artistas que se consagraron en el lugar.
Sin cobrar entradas, sin plateas ni sillas, así disfrutaban lugareños y forasteros el saliente festival y todo el talento que se presentaba cada noche en el ecenario imponente de cada velada.
La repercusión del festival de cosquin fue tan impactante que en su segunda edición logró ser transmitido a todo el país por Radio Belgrano. El evento continuó ganando reconocimiento y en 1963 el Poder Ejecutivo Nacional bajo la presidencia de José María Guido reafirmó oficialmente su importancia. Mediante el decreto ley número
1547 se declaró a la última semana de enero como la semana Nacional del folkore estableciendo a Cosquin como su sede oficial. En esa tercera edición el festival abandonó la ruta donde se había celebrado originalmente y se trasladó a la plaza Próspero Molina que se convertiría en el corazón indiscutido del folklore argentino.
La década de 1970 estuvo claramente marcada por dos etapas. La primera, representada por la expansión latinoamericana con la incorporación de artistas de culturas vecinas y por dos hechos clave sucedidos en 1972: el homenaje en vida a Atahualpa Yupanqui bautizando el escenario con su nombre y el nacimiento del Pre-Cosquín, el certamen de nuevos valores que al día de hoy sigue siendo una parte fundamental del festival. Cuando el país escribió sus páginas más oscuras primero con la Triple A y luego con la infame dictadura militar, llegaron las prohibiciones, los exilios y el desembarco de una corriente musical más melódica y pasatista, simbolizada por artistas como el Trío San Javier y Daniel Altamirano.
La crisis económica marcó los últimos años de esa década y los comienzos de la de 1990, con ediciones muy complicadas para el festival. El giro encabezado por Julio Márbiz con una visión más comercial y basada en la idea de espectacularidad fue una de las claves para la reactivación, aunque también sumó muchos detractores. Todo esto no hubiera sido posible sin la gran catapulta que significó el boom del llamado «folklore joven», representado primero por Los Nocheros y Soledad y luego por Los Tekis, Los Alonsitos y la nueva oleada santiagueña capitaneada por Peteco Carabajal.
El nuevo siglo trajo consigo una renovación del circuito alternativo representado por las peñas, aggiornadas a las nuevas generaciones con la de Los Copla como gran estandarte. El fenómeno del Chaqueño Palavecino fue la gran novedad en la Próspero Molina.