Durante años, la televisión argentina —especialmente en la madrugada— estuvo poblada de publicidades que ofrecían soluciones rápidas y casi mágicas: adelgazar sin esfuerzo, recuperar el cabello perdido, mejorar el rendimiento sexual o rejuvenecer el cuerpo en cuestión de semanas. En ese universo del “llame ya”, una empresa logró destacarse por encima del resto: Sprayette.
Con un modelo agresivo de marketing directo, la firma se convirtió en sinónimo de consumo impulsivo y promesas exageradas, dejando una huella cultural difícil de borrar para varias generaciones de televidentes.
Orígenes y expansión del negocio
Aunque sus perfiles oficiales señalan que Sprayette nació en 1977 en Estados Unidos, los registros locales indican que Sprayette S.A. fue constituida en mayo de 1990 en la Argentina, con Roberto Daniel Cherashny y Abraham Cherashny como principales responsables.
En sus primeros años, la empresa se dedicó a importar productos y promocionarlos en diarios y revistas. A partir de 1993 comenzó a abrir locales a la calle, principalmente en shoppings, y llegó a contar con hasta 12 puntos de venta. Más adelante, amplió su alcance con el canal mayorista, abasteciendo farmacias, supermercados y perfumerías en todo el país.
La apuesta fuerte: televisión y call center
El verdadero salto llegó en 1995, cuando Sprayette desembarcó de lleno en la televisión. La compañía compraba bloques enteros de publicidad e incluso producía programas específicos para vender sus productos. Muchos de los comerciales eran piezas extranjeras adaptadas y dobladas al español neutro para su difusión regional.
El sistema se apoyaba en un call center ubicado en Chacarita, que no solo realizaba llamadas salientes, sino que recibía pedidos en tiempo real de espectadores que llamaban al ver las publicidades. Esta estrategia, conocida como Direct Response Marketing, permitía convertir la audiencia televisiva en ventas inmediatas.
Productos icónicos y ventas millonarias
A lo largo de los años, Sprayette comercializó decenas de productos que se volvieron emblemáticos: el Aptronic, el Magni Ear, el RejuvenSex o las pastillas adelgazantes Reduce Fat Fast, entre otros.
Algunos de estos artículos alcanzaron niveles de venta impactantes. En el caso de Reduce Fat Fast, se llegaron a vender hasta 750 frascos por día, impulsados por campañas que prometían resultados rápidos y sin esfuerzo.
Para fines de los años 90, el negocio estaba en su punto máximo: en 1999 la empresa invertía alrededor de 80 millones en publicidad televisiva, una cifra que reflejaba el alcance y la rentabilidad del modelo.
La venta a Antena 3 y el inicio de los conflictos
El éxito despertó el interés de grandes grupos mediáticos. En octubre de 2000, el 72% de Sprayette fue vendido a la española Antena 3, por entonces parte del Grupo Telefónica, que también controlaba señales clave de la televisión argentina.
Sin embargo, junto con el crecimiento comenzaron a aparecer los problemas. Varios productos fueron cuestionados por publicidad engañosa, lo que derivó en sanciones y prohibiciones por parte de la Secretaría de Comercio. Las promesas sin respaldo científico y las multas comenzaron a debilitar la estructura del negocio.
El declive de un modelo que dejó de funcionar
Con el paso de los años, Sprayette volvió a manos de sus dueños originales y cambió su razón social a Compañía Argentina de Marketing Directo S.A. Pero el contexto ya había cambiado.
La Ley de Medios redujo la cantidad de minutos de publicidad por hora, el Registro Nacional “No Llame” limitó el alcance del call center y las restricciones a las importaciones afectaron el abastecimiento de productos. En 2014 cerraron todos sus locales físicos y en 2015 la empresa ingresó en concurso preventivo.
Intentos de reconversión, como la venta de seguros o cursos de educación a distancia, no lograron revertir la crisis.
Un recuerdo de otra televisión
El sitio web oficial dejó de actualizarse en 2012, la tienda en Mercado Libre dejó de operar en 2018 y el canal de YouTube permanece inactivo desde hace años. Hoy, Sprayette no tiene presencia comercial visible.
Lo que queda es el recuerdo de una época en la que la televisión prometía soluciones instantáneas a cualquier problema, con solo levantar el teléfono. Un fenómeno comercial y cultural que marcó una era y que, con el paso del tiempo, se apagó sin estridencias, como muchas de aquellas publicidades nocturnas que alguna vez dominaron la pantalla.
Redacción: Diario Inclusión.










