Las emociones a flor de piel son el principal escenario de Tartagal, ahora que se encuentra a pasos de cumplir sus 100 años. Con la ciudad, sus personalidades se lucen contando las historias que dan vida y color a la querida cabecera del departamento San Martín.
Entre los vecinos que destacan se encuentra don Rudy Pulido, un hombre muy querido que con sus casi 90 años, asegura haber «visto crecer» Tartagal. Es así que fue entrevistado por el programa De Primera Mano, en su especial por el centenario de Tartagal.
«Estoy muy contento por estos 100 años de Tartagal porque es prácticamente el siglo que llevo vivido», comentó Pulido.
Haciendo memoria de su vida en Tartagal, don Rudy Pulido expresó «yo me asomé a esta Plaza cuando tenía alambres y solía tener una rueda giratoria, así como en la en la estación para poder entrar, a los efectos de evitar la entrada de los caballos a pastar. Nosotros nos divertíamos viendo cómo entraban y giraban. Estoy hablando del año 43, 44, 45».

A los ojos de Pulido, la Plaza San Martín, de Tartagal es «extraordinariamente bella. Este es nuestro capital turístico».
Con tantos años en esta vida y en la ciudad de Tartagal, Rudy fue consultado por un mensaje para la sociedad a lo que respondió «aguantemos el chubasco, es lo que deseo para todos, quiera Dios que el chubasco nos traiga después la calma».
Uno de los recuerdos que aún se mantiene vívido en el ser de Rudy Pulido, es el de la época de carnaval, donde el color de las serpentinas no sólo auguraba fiesta, sino también que traía consigo la consecuencia del impedimento del tránsito.
En un paso por el presente, el vecino resaltó «todo de Tartagal me gusta. La cosa marcha y hay que esperar que la calidad de los gobiernos sea tal que en determinado momento, Tartagal siga creciendo y siga dejando ese recuerdo en la historia que sin duda alguna, todos los que nos vengan por detrás van a saber conservar».
Para finalizar don Rudy invitó a todos los vecinos a formar parte de los festejos por el centenario tartagalense y asimismo contagió la algarabía de un ciudadano feliz, entonando un tango.