Australia figura entre las naciones con mayor riqueza individual, altos estándares de vida y un fuerte equilibrio entre trabajo y vida personal. Sin embargo, esa prosperidad convive con un modelo económico fuertemente sustentado en exportaciones poco diversificadas, especialmente de recursos naturales, lo que deja al país vulnerable a los vaivenes globales.
Su posición geopolítica también es frágil: es uno de los aliados más cercanos de Estados Unidos, pero a la vez depende profundamente de la demanda china. En un contexto internacional cada vez más impredecible, esta dualidad representa un riesgo estratégico.
Dependencia de recursos y presiones internas
El grueso de las exportaciones australianas sigue siendo minerales, combustibles y productos agrícolas sin refinar. El carbón —segunda exportación más importante— enfrenta caídas en el consumo global, tanto por razones ambientales como por la competitividad de alternativas energéticas más nuevas.
A ello se suma un dato que genera controversia: mientras los recursos naturales sostienen gran parte de la economía, el país no ha logrado aplicar impuestos eficientes para redistribuir esa riqueza. Por el contrario, destina miles de millones en subsidios al sector del gas, lo que genera críticas por la escasa contribución a la reducción de costos energéticos domésticos.
Un mercado inmobiliario en crisis
El problema más visible y urgente es la vivienda. En las principales ciudades australianas, los precios están entre los más altos del mundo.
Los factores que alimentan esta crisis incluyen:
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Alta inmigración atraída por salarios y calidad de vida.
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Inversiones de residentes temporales, especialmente estudiantes internacionales.
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Incentivos fiscales que fomentan la compra de propiedades como inversión.
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Deuda familiar elevadísima, la segunda más alta del mundo.
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Un sistema regulatorio y tributario que desalienta la venta y restringe la oferta de viviendas.
Las políticas oficiales, centradas en subsidios y beneficios para compradores, solo han logrado inflar aún más los precios, en lugar de abaratar el acceso.
Estados y ciudadanos atrapados en la misma ecuación
Australia mantiene una de las tasas de propiedad más altas del mundo, y las viviendas representan una parte esencial del patrimonio de los hogares. Esto genera una resistencia social al descenso de precios, mientras que los estados dependen del impuesto de timbre —que puede alcanzar el 6,5% del valor total— para financiar sus presupuestos.
Ese esquema desalienta la movilidad, reduce la oferta y termina profundizando la escasez.
Desigualdad contenida, pero con tensiones generacionales
Aunque Australia exhibe una igualdad de riqueza notable en comparación con otros países desarrollados, gran parte de ese equilibrio se sostiene en la alta propiedad de viviendas y en el ahorro obligatorio para la jubilación.
Sin embargo, la brecha entre generaciones se amplía: los jóvenes pagan más impuestos en proporción a sus ingresos y enfrentan un mercado inmobiliario prácticamente inaccesible.
Un país con herramientas, pero sin voluntad política
Pese a los desafíos, Australia posee instituciones sólidas, una economía diversificada en servicios —con turismo y educación internacional como pilares— y uno de los mayores superávits comerciales del mundo.
Aun así, se acerca a elecciones cruciales en las que ambos bloques prometen soluciones que, en los hechos, podrían no tener intención real de implementar.
Mientras tanto, la pregunta sigue abierta: ¿puede Australia corregir sus desequilibrios sin poner en riesgo la prosperidad que hoy la distingue?
https://youtu.be/a1O7NUXAIM4?si=byOFrDj-L38w94t0
Redacción: Diario Inclusión.










