El gobierno británico acentuó la presión este martes, junto a sus aliados, sobre Moscú para que dé explicaciones sobre su hipotética relación con el intento de asesinato de un exespía ruso, a lo que el gobierno de Vladimir Putin respondió con tono desafiante.
«Es importante que la gente entienda la gravedad de lo ocurrido», dijo el ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson.
Es «la primera vez que se usan gases nerviosos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial», añadió.
Serguéi Skripal, de 66 años, fue encontrado el 4 de marzo en estado crítico junto a su hija Yulia en el banco de un parque en Salisbury (sur de Inglaterra), donde vivía desde hacía años.
Moscú insistió en su inocencia, atribuyó las acusaciones a un intento de desprestigiarle y reclamó a Londres muestras del agente neurotóxico usado en el ataque.
«Hemos exigido con una nota oficial acceder a esta sustancia y (…) a todos los hechos de la investigación», dijo en conferencia de prensa el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
La embajada rusa en Londres pidió una «investigación conjunta», y advirtió que habrá una respuesta contundente si Londres aplica algún tipo de sanción.
Y dirigiéndose a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), el embajador ruso Alexander Shulgin fustigó a los responsables británicos por sus «mezquinos ataques» contra Moscú y por «fomentar la histeria».
May mantuvo consultas con sus principales aliados.
Rusia debe proporcionar «respuestas inequívocas» al ataque, exigió el presidente Donald Trump tras una llamada con May. En particular, Moscú debe explicar «cómo esta arma química», conocida como Novichok, «desarrollada en Rusia, fue utilizada en Reino Unido».
La canciller alemana Angela Merkel declaró que consideraba «muy serias» las acusaciones británicas y el presidente francés Emmanuel Macron condenó un «ataque inaceptable».
La crisis entre Moscú y Londres podría agravarse tras la muerte de otro exiliado, Nikolái Glushkov, de 69 años, que fue hallado muerto en su domicilio en New Malden, un suburbio de Londres, según la prensa británica.
Glushkov, cuya muerte aún no fue confirmada oficialmente, era cercano al millonario Boris Berezovski, un enemigo del Kremlin que fue hallado ahorcado en 2013 en el Reino Unido.
El miércoles, tras una nueva reunión del Consejo Nacional de Seguridad (NSC), May comparecerá en el Parlamento y podría desvelar el abanico de medidas contra Rusia.
Entre las posibilidades de que dispone Londres, citadas en los últimos días, están la expulsión de diplomáticos, el lanzamiento de un ciberataque o la incautación de bienes de los miembros del círculo de Vladimir Putin sospechosos de violación de los derechos humanos.
También hay llamamientos a bloquear las emisiones en el Reino Unido de RT -la televisión pública rusa- o cerrar su corresponsalía en Londres, pero Moscú ya avisó que respondería prohibiendo trabajar en Rusia a todos los medios británicos.
Menos probable es que sus aliados acepten sumarse a la imposición de nuevas sanciones, estimó Sam Greene, director del Instituto de Rusia en la Universidad King’s College de Londres.
«Será difícil», dijo Greene a la AFP, recordando el intento fallido de Holanda de pactar una respuesta al derribo de un avión civil suyo en Crimea, presumiblemente por un grupo apoyado por Moscú. «Las opiniones en Europa están ya demasiado divididas».
May estimó en el Parlamento que es «muy probable» que Rusia esté tras el atentado, basándose en su historial de liquidación de disidentes y antiguos agentes, y en el gas nervioso usado para perpetrarlo, fabricado en laboratorios militares rusos a partir de los años 1970 y más potente que el sarín o el VX.
El científico que reveló el programa de armas químicas ruso, Vil Mirzayanov, que ahora vive en Estados Unidos, dijo que sufrir un ataque con gases Novichok es similar a ser torturado.
«Es una auténtica tortura, es imposible de imaginar. Aún en pequeñas dosis, el dolor puede durar semanas. El horror es inimaginable», explicó al diario británico Daily Mail sobre este gas que paraliza e impide respirar antes de matar.
May era ministra de Interior cuando se produjo el asesinato en Londres de Alexander Litvinenko, en 2006, un crimen con una sustancia radioactiva (polonio-210) cometido con el consentimiento de Putin, según las conclusiones de la investigación oficial.
Entonces la respuesta se limitó a la expulsión de varios diplomáticos y la congelación de unos pocos bienes.