El gobierno de Estados Unidos activó uno de sus mecanismos financieros más antiguos y reservados para ejecutar un supuesto rescate a la economía argentina.
Sin aprobación del Congreso ni debate público, el Exchange Stabilization Fund (ESF) —un fondo de emergencia creado durante la Gran Depresión— fue utilizado para firmar un swap de divisas por 20.000 millones de dólares con el Banco Central de la República Argentina. La cifra total podría llegar a los 40.000 millones, en una maniobra presentada oficialmente como “Asociación de Estabilización Cambiaria”.
El relato oficial sostiene que el objetivo es frenar la influencia de China en América Latina, pero el análisis financiero revela otra motivación: proteger las inversiones multimillonarias de los grandes fondos de Wall Street expuestos al colapso argentino.
💵 El arma secreta del Tesoro
El ESF, creado por Franklin D. Roosevelt en 1934, le otorga al Tesoro de EE.UU. poder para intervenir en mercados cambiarios sin pasar por el Congreso.
Esta herramienta fue usada solo en momentos de crisis extremas: el “rescate del tequila” en México (1995), el pánico financiero de 2008 y la emergencia del COVID-19 en 2020.
Ahora, 90 años después, se volvió a activar para Argentina, bajo la dirección del secretario del Tesoro Scott Besent, quien autorizó la operación sin control legislativo.
La mecánica es simple: el Tesoro estadounidense entrega dólares a cambio de pesos argentinos, una moneda que atraviesa una inflación superior al 200% anual. En los hechos, se trata de un préstamo con una garantía volátil, cuyo valor se evapora día a día.
📉 La jugada que salvó a los fondos
Hasta mediados de 2025, la deuda argentina se encontraba en su punto más bajo. Los bonos Global 2030 y 2035 cotizaban por debajo de 25 centavos por dólar, reflejando la desconfianza total del mercado.
Sin embargo, tras el anuncio del swap con Estados Unidos, el panorama cambió drásticamente: los bonos se dispararon, el Global 2041 subió de 44 a 64 centavos, y el índice Merval de Buenos Aires inició un rally alcista.
Los grandes beneficiados fueron los fondos de inversión que habían comprado esa deuda “basura” a precios de liquidación: BlackRock, Fidelity, PIMCO y Discovery Capital, entre otros.
En cuestión de semanas, pasaron de enfrentar pérdidas millonarias a registrar ganancias extraordinarias gracias al “rescate argentino”.
🕴️ Puertas giratorias y viejos conocidos
La conexión entre Wall Street y Washington aparece en el centro de esta historia.
El secretario del Tesoro, Scott Besent, responsable de liberar los fondos del ESF, compartió en el pasado vínculos profesionales con directivos de los mismos fondos que ahora resultan beneficiados.
No es ilegal, pero sí sintomático del modelo de poder en el que las decisiones económicas del Estado terminan favoreciendo a intereses privados.
El caso argentino es un ejemplo claro de la vieja fórmula del capitalismo financiero: socializar las pérdidas, privatizar las ganancias.
Los fondos especulativos hicieron apuestas de alto riesgo; cuando esas apuestas se desplomaron, el dinero público apareció para salvarlos.
🌎 Una nueva doctrina de intervención
Lo más preocupante no es el caso en sí, sino lo que implica a futuro.
Besent declaró que este modelo será replicado en otros países “estratégicamente importantes” como Bolivia, Ecuador y Colombia, aunque ninguno atraviesa una crisis cambiaria real.
El criterio, entonces, no es la necesidad económica, sino la conveniencia geopolítica: mantener a los países dentro de la órbita del dólar y lejos de la influencia china.
El supuesto rescate argentino aparece así como el primer experimento de una doctrina más amplia, donde el Tesoro de EE.UU. utiliza fondos secretos para intervenir en economías extranjeras, disfrazando de ayuda lo que en realidad es una operación de control financiero y salvataje a sus aliados corporativos.
⚠️ Conclusión
Argentina no fue rescatada: fue usada como laboratorio para un modelo global de manipulación económica.
Mientras el Tesoro de Estados Unidos proclama la defensa del dólar, la verdadera prioridad es proteger a Wall Street, blindar las inversiones privadas y trasladar los riesgos al contribuyente.
En esta historia, los ganadores están en Manhattan, y la cuenta la pagan los ciudadanos comunes —de un lado y del otro del hemisferio—.
Redacción: Diario Inclusión.









