La historia de Tower Records comenzó en 1938, cuando Clayton Solomon abrió una pequeña droguería llamada Tower Drugs en Sacramento, California, junto al cine Tower Theatre. Allí, su hijo Russell Solomon tuvo una idea sencilla pero visionaria: vender discos usados en el local.
El éxito fue tal que, en 1960, decidió independizarse y fundar Tower Records, una tienda que con el tiempo se transformaría en sinónimo de cultura musical.
Con locales gigantescos de varios pisos, una política laboral relajada y la libertad para que cada sucursal eligiera qué música vender y cómo decorar, Tower Records se convirtió en un templo del melómano. En los años ’70, su sucursal de Sunset Boulevard en Los Ángeles se volvió un punto de encuentro para artistas como Elton John, Eric Clapton y Jimmy Page.
Expansión global y años dorados
Durante las décadas de 1980 y 1990, la cadena se expandió con fuerza: abrió locales en Nueva York, Japón, Irlanda, México y más de una docena de países. Su llegada a Tokio, en 1981, fue un fenómeno de masas. En 1987, la compañía facturaba más de 300 millones de dólares anuales, y Russell Solomon figuraba entre los millonarios de la lista Forbes.
Tower Records fue pionera en vender CDs y en lanzar su propia revista, Pulse, dedicada a las novedades del mundo musical. La marca se consolidó como símbolo de la industria cultural estadounidense, una mezcla de rebeldía, glamour y consumo masivo.
El desembarco argentino y el sueño que duró poco
En 1997, Tower Records llegó a la Argentina de la mano del empresario Eduardo Costantini y el músico Pablo Cetone. La primera tienda abrió en Santa Fe y Callao, seguida por la emblemática torre de Cabildo y Juramento, con cuatro pisos y 2.500 metros cuadrados.
La inauguración fue un evento multitudinario con la presencia de Iggy Pop y la visita del propio Russell Solomon. Pero la euforia inicial se desvaneció rápido: en apenas un año, las ventas cayeron un 30%.
A pesar de nuevos locales en Florida, Recoleta y Pilar, la cadena no logró competir con Musimundo ni resistir los vaivenes de la economía local. En 2001, la filial entró en crisis y fue adquirida por el fondo Cóndor Ventures, que incorporó a Mario Pergolini como socio. Ni siquiera la polémica prohibición de vender discos de Shakira —tras la caída del gobierno de De la Rúa— alcanzó para levantar las ventas. En 2005, Tower Records Argentina fue declarada en quiebra.
La debacle mundial
A nivel global, Tower Records enfrentaba su propio derrumbe. Las descargas digitales, la piratería y el avance de plataformas como iTunes y Amazon minaron su modelo de negocio. Las deudas millonarias acumuladas por su expansión y la pérdida de rentabilidad llevaron a la compañía a declararse en bancarrota en 2004 y, finalmente, a liquidarse en 2006.
De aquel imperio que llegó a facturar más de mil millones de dólares, solo quedaron los locales de Japón e Irlanda, que —irónicamente— siguen siendo rentables hasta hoy.
El legado de un pionero
Russell Solomon, considerado uno de los grandes visionarios de la industria musical, murió en 2018 a los 92 años. En 2015, su historia fue inmortalizada en el documental All Things Must Pass, dirigido por Colin Hanks, con testimonios de figuras como Elton John, Dave Grohl y Bruce Springsteen.
Aunque la empresa original desapareció, la marca Tower Records fue comprada en 2007 por el empresario neerlandés Roald Smiths y relanzada en 2020 como tienda online, con un espacio cultural en Brooklyn, Nueva York.
Tower Records fue más que un negocio: fue un símbolo de una época en la que la música se buscaba, se tocaba y se vivía entre bateas y vinilos. Su caída marcó el final de una era, pero su legado sigue resonando en cada colección de discos y en la nostalgia de quienes alguna vez cruzaron esas puertas amarillas.
Redacción: Diario Inclusión.
 
			









